El almuerzo desnudo de William S. Burroughs: síntesis de una sociedad fragmentada

 

Por Carla de Pedro

 

 

Si hay algo que caracteriza el libro de Burroughs es la ruptura: la alteración de la narración lineal nos lleva a una fragmentación temática, a un viaje interno de estados alterados de la conciencia que culmina en un infierno individual.

Este libro aborda temas completamente tabú para la sociedad de su época, sumiéndose en un universo de drogas, sexo (sobre todo homosexualidad), violencia, insectos, médicos maquiavélicos, etcétera. Burroughs nos sumerge en una atmósfera que, más que una o muchas historias concretas es una lluvia de sensaciones e ideas.

 

“…la palabra no puede ser expresada directamente puede indicarse que sea mediante un mosaico de yuxtaposiciones como los objetos abandonados en el armario de hotel definirse por negación y ausencia…”

 

Esto es precisamente lo que el autor hace: entrecruzar frases, narrar pequeños relatos que se van perdiendo unos en otros como en una niebla.

Así pues, a pesar de la ruptura, Burroughs crea una maravillosa unidad, pues logra yuxtaponer ideas, situaciones, espacios, momentos, en una caótica y brumosa telaraña. Continuamente se entremezcla el pasado con el futuro y el presente “antes del hecho, en el hecho y después del hecho”, “un lugar donde el pasado desconocido y el futuro que se enuncia confluyen en una vibración silenciosa”.

 

 

La unión especial será de dos formas, conjuntando varios lugares en uno sólo: “desiertos y selvas y montañas”, así como reuniendo varios objetos de distintas naturalezas en un solo lugar. La yuxtaposición llega a reunir varias personas muy diferentes, no solamente en un único lugar, sino en una sola persona. Durante toda la narración Burroughs va generando listas de cosas o personas, como si las estuviera viendo a todas reunidas en un solo punto: en el Mercado o por las calles de las ciudades, para generar un remolino, una unión físico temporal, un aleph de la sociedad norteamericana,

La temática de Burroughs va más allá de un simple torbellino de drogas, es una crítica intensa a una sociedad donde el individuo es constantemente vigilado; donde la policía lo prohíbe todo; donde los médicos fingen que pueden entenderte sólo para controlar tu mente; es una crítica a la ética y a la moral; una crítica a los hombres de ciencia, a los de la alta sociedad, a los elegidos religiosos, a los sabios (¿quiénes son los sabios?); una crítica a un sistema social que atenta contra la individualidad y del que el individuo, que vive grados de transparencia variables hasta volverse invisible, huye mediante cualquier clase de sustancia alucinógena; una crítica una un sistema democrático cancerígeno, cuyo cáncer es la burocracia; una crítica a una sociedad aplastada pero que siempre deja ver su podredumbre fundamental “…en la música popular, en las películas de serie B”.

Con humor negro y una perversidad artística Burroughs va creando imágenes sumamente grotescas, a la vez que es capaz de brindarnos imágenes sublimes. Por momentos cae en lo vulgar, hasta en lo pornográfico mientras que por otros crea imágenes únicas a la altura de Baudelaire: “Restos de Rosa intenso marchan el azul pastel del horizonte donde grandes colinas de hierro se estrellan en jirones… Una pirámide de cráneos de cristal deja hecho añicos el invernadero bajo la luna de invierno… La Americana ha dejado tras ella un perfume de veneno que flota en la humedad del jardín a través de imágenes difusas, tanteando la frontera, un territorio gris y lánguido, un hiato de miasmas de bostezos y posos de sueño intermitente.”

Burroughs toma a la sociedad norteamericana en un tenedor y te la muestra el desnudo, con todas las sensaciones y los colores más horribles; mediante una completa revolución del lenguaje, este libro te deja en la boca un fuerte sabor a a éxtasis y a podredumbre.