“La vida de Roth”, la extraordinaria historia sobre una persona insignificante

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop  

 

 

Esta historia trata sobre las personas insignificantes. Bueno, en realidad trata sobre el corazón de una de esas personas insignificantes. En realidad, es una historia del mundo. Una historia que nos pertenece a todos.” | En un punto pequeño perdido en la oscuridad de la infinita galaxia, ahí se encuentra nuestro hogar, este planeta nuestro que todo nos lo ha dado, y que nosotros, a cambio, más bien tristemente le hemos quitado. Esta grandiosa puesta en escena comienza con una reflexión parecida a la que hizo Carl Sagan sobre ese “pequeño punto azul pálido” que resulta nuestro mundo, ahí en donde nos encontramos, ese punto diminuto que es nuestro hogar, eso somos nosotros; ahí se ha desarrollado toda la historia de la humanidad, por ahí han pasado todos a los que hemos querido, y también a los que hemos perdido, aquellos a quienes más admiramos y también los tiranos; ahí el ser humano ha creado las obras de arte más hermosas, pero también ha desatado guerras y generado odio; ahí los bebes naces y la gente muere, las personas se enamoran, y todos, absolutamente todos, tenemos nuestras propias historias.

Y esta, la que nos corresponde en esta obra de teatro, es la historia de Roth, una vida que, aunque no haya mucho qué resaltar, ni haya creado algo majestuoso o sido alguien realmente “importante”, tiene sus propios recuerdos, sus secretos y sentimientos, las cosas que la han hecho ser diferentes a otras, porque aunque ella y los demás la consideren “normal”, y “ser normal quizá sea bueno”, la verdad es que si nos tomamos la tarea de conocer a cualquier persona que agarremos por azar en la calle, descubriremos que tiene cosas únicas que le dan su propia esencia, un tesoro diferente a otros, y entonces, seremos capaces de apreciar allí una bella historia capaz de tocar nuestras almas. De eso va más o menos La vida de Roth a cargo de Colectivo Leviatán y que es resultado de un gran y laborioso proyecto de investigación sobre una persona real, a quien el planeta, ese punto azul pálido flotando en el universo, le agradece todo lo que ella hace por él y que nadie ve, porque no se necesita de ser famoso o tener todos los reflectores en uno para cambiar el mundo. Las personas son como planetas, es el discurso de la obra, somos muy parecidos a ellos, vamos solos, pero en esa soledad, hay otro girando también junto con nosotros, alrededor de algún sol que nos proporcione aunque sea algo de luz, que le de algún sentido a nuestras vidas. El ser humano es tan parecido a los planetas, rotamos sobre nosotros mismo, a veces lo hacemos alrededor de otros, y, si se tiene un poco de suerte, alguien puede rotar también alrededor nuestro. Roth vive sumida en la rutina, se siente fea, pobre y desdichada, porque aunque lloró por la muerte de sus pollos de feria, no pudo hacerlo cuando murió su abuela. Adicta a las píldoras para hacerse sentir mejor, va regando centavos por las calles para darles algo de suerte a extraños que se encuentren con sus monedas, y trabaja en un museo de gelatinas porque ama las gelatinas sobre cualquier cosa en el mundo, al igual que las plantas, sobre todo ama sus plantas, aquellos únicos seres con los que habla y que son capaces de generarle confianza para compartirles todo sus secretos, emociones y pensamientos, porque “las plantas no son exigentes ni hacen preguntas; se limitan a escuchar”. Roth no conoció el amor, y las únicas dos veces que estuvo a punto de hacerlo, se le escapó de las manos como si fuera agua que simplemente no era para limpiarla a ella. No tiene amigos, ni tampoco familia después de haber muerto su tía que lo único que hizo fue educarla con aquellas marañas de la religión católica. Poco a poco va perdiendo la esperanza y la fe en ella misma, lentamente se va dirigiendo hacia aquella muerte tranquila con la que siempre soñó.

Debo admitir que hace mucho no reía tanto en el teatro. Esta obra está llena de un humor sensacional, una farsa que relata de manera increíble la rutina que todos en algún momento llevamos, la superficialidad que vive alrededor nuestro, los pretextos que nos ponemos y también las cosas con las que constantemente nos engañamos. La producción está maravillosa: el diseño de máscaras de Lau Charles, el apoyo visual con cápsulas que acompañan la narración, la escenografía e iluminación a cargo de Abigail Cinco, vestuario por Sergio Mirón, y Marisol Ocegueda junto con Mauricio Rico en coreografía y movimiento escénico. El elenco actoral logra una gran mancuerna entre todos, es un excelente trabajo en equipo conformado por Héctor Iván González, Ari Albarrán, Carolina Berrocal, Esteban Caicedo, Guillermo Revilla y Emmanuel Lapin. Y todo esto es resultado de la gran dirección de Gerardo del Razo. Aprovecho para hacer una mención especial al excelente trabajo de Alejandro Carillo y del propio Gerardo del Razo en cuanto al diseño multimedia y sonoro. El staff que logra dar vida a esos efectos merece un gran reconocimiento por aparte.     

La vida de Roth” es una obra que sin duda disfrutarán, que todos tienen que ver, porque así como no pararán de reír, también los pondrá a pensar: sobre otras Roth en el mundo, sobre otras vidas que pareciera que pasan sin pasar, pero que tienen mayor peso que la de muchos otros cuyos nombres son ecos de campanadas; para pensar en nuestras propias vidas y qué es lo que queremos hacer con ellas, qué es lo que estamos haciendo con ellas. Al final, esta puesta en escena la podría resumir, por varias cosas con las que encontré semejanza, como un Amélié mexicano. El discurso es hermoso, y al final, uno logra entender que la cotidianidad y ser normal está bien… de hecho, está muy bien.

La puesta en escena se presenta con una temporada hasta el 22 de septiembre en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque, con funciones de jueves y viernes a las 20:00 horas, sábado a las 19:00 horas y domingo a las 18:00 horas.