Despedida a Toledo

 

Por Daniel Hernández García

 

 

Desde el día de ayer hasta hoy, he leído varios artículos que hablan de Francisco Toledo, de su trayectoria y obra, está de más decir lo mismo.

Estaba tomándome un pulque con mi hermano, cuando me pregunto si Toledo estaba muerto, le dije –Nel, no mames,- ignorando las noticias recientes, ocho minutos antes todos los diarios confirmaban la muerte del Artista Plástico Francisco Toledo. Fue una noticia desconcertante, un “FUCK”, el vacío en el estómago que se siente cuando muere un ser querido cuando nadie lo espera; siempre me he sentido solo, pero la existencia de algunas personas (escritores, artistas, músicos etc.) con las que me siento identificado hacen que el mundo no sea tan hostil, se abrió un hueco en el mundo y el mundo no lo sabe.

En mi primer viaje a Oaxaca, mi hermano mayor me llevo a visitar varias galerías de arte en donde se podía apreciar obras de Toledo de diferentes dimensiones, fue mi primer contacto con el artista, los colores, el óxido, la forma animal atrajo mi atención, recuerdo un cuadro, era la escena de unos cocodrilos de pie y unos simios por encima de ellos, la firma del aquel artista se grabó en mí.

Al siguiente día mientras recorríamos el Museo de Santo Domingo, Miguel Ángel, amigo de mi hermano, nos señaló el taller de Toledo desde un ventanal, me pregunto si lo quería conocer, por supuesto que lo quería conocer, acudimos al taller donde enseñaba a hacer papalotes sin encontrarlo. Al regresar del viaje Miguel Ángel me mostro un papalote con la firma de Toledo, un obsequio de Francisco Toledo. No he entendido por completo el significado de los papalotes para Toledo, un objeto simple y tan fantástico en las manos indicadas.

En varias ocasiones he visitado Oaxaca y siempre tenía la esperanza de encontrarme a Toledo, los libros que tengo de Toledo los he comprado en Oaxaca, tal vez esperaba encontrarlo y que me regalará alguna dedicatoria, sé que será extraña mi próxima visita a tan maravilloso estado.

Toledo es de las personas que más y más admiras en la medida en que lo conoces, sus primeros años en París, su primer taller de grabado y todas las técnicas con las que experimento teniendo resultados sublimes.

Un día en una tienda de antigüedades por el metro Eugenia, la cual ya no existe, me encontré con un pequeño cuadro de Toledo, media 15×20 cm era un collage con plumas, la figura de un murciélago, tenía un costo de tres mil pesos, no contaba con el efectivo ni tampoco traté de conseguir el dinero, en esos lugares si no compras el objeto cuando lo ves, alguien más se lo llevara. Deje ese cuadro, pero la vida no compone de lo posees sino de lo que sueltas.

Murió Toledo y es una gran pérdida para todos, pero debemos de soltarlo como el papalote que se eleva en el cielo, muy alto a donde pertenece.

 

Sicarú chelu´Gubeedxe´

(Buen viaje maestro.)

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