Reseña de “Conducir un tráiler” de Rogelio Guedea

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop  

 

 

No me asombra nada que el libro Conducir un tráiler haya sido ganador del premio Memorial Silverio Cañada en 2009. Rogelio Guedea escribió esta novela negra para reflejar la situación de los últimos años del país en donde el narcotráfico, la delincuencia, el machismo y la prostitución, bañan las tierras todos los días de sangre, inseguridad y miseria. La historia es una historia de venganza con un toque criminal, como afirma el autor es uno de los géneros que más le gusta. Una historia en donde vamos acompañando al protagonista Abel Corona, un hombre que cree ya lo ha vivido todo, por su trayecto de pueblo en pueblo alrededor del norte del país, pareciendo a veces huyendo, pero otras volviendo a un lugar que necesita volver. Conducir un tráiler es como conducir la vida de uno por un país embutido de sombras, en donde no se percibe la claridad del camino que se pisa; un camino largo y enredado, parecido a un laberinto en donde algunos caminos, o puertas, no tienen salida y sólo te confunden, hacen perderte, algunos hasta te llevan a la muerte. Conducir un tráiler es la metáfora de Rogelio para describir la situación de este México de las últimas décadas en donde la guerra contra el narcotráfico y las bandas de crimen organizado parecen ser las que llevan las riendas de este caballo salvaje, de este tráiler pesado, rápido, que no se detiene y se dirige de noche hacia algún lugar del que quizá no haya un destino como tal, sino sólo seguir y luchar por sobrevivir. Y entonces así es como la vida en México se vuelve, “como manejar un tráiler en una carretera nocturna. Puedes ver las luces de los automóviles a lo lejos, acercándose, venidos de un túnel que se engrosa cada vez más, pero no es posible distinguir con certeza lo que hay al lado de la carretera, si casas o vacas muertas, si un motociclista herido o un armadillo aplastado por un automovilista despistado. Tienes sólo por guía esa luz al fondo de la carretera interminable.

La historia de Abel, entre recuerdos, pensamientos, narraciones por personajes en torno a él e historias paralelas como las de El Chori o Don Pedro, nos van llevando como agua de un río rápido y turbio, por el que arrastramos con nosotros las rocas y el lodo de los sentimientos que embargan a los protagonistas, tanto el suspenso que genera el misterio del asesinato, como la nostalgia, la esperanza, el amor a la familia y al hogar, la impotencia de vivir en una era de violencia brutal y sanguinaria, donde todos se atacan y matan entre sí, donde el odio no cabe más entre las familias y pasan los años reclamándose sus patrimonios y su futuro, sin saber que el futuro corresponde a todos y no sólo a unos cuantos; el enojo de saber que lo que uno está leyendo puede ser una ficción, pero por dentro sabemos que no lo es, que pasa todos los días y a todas horas, y nosotros podemos ir en cualquier momento subidos a ese tráiler que nos lleve a lo peor, sin entender cómo es que se puede llegar a tanto,pero como hay cosas en la vida que nadie se explica, nadie tampoco se las pregunta”. Una historia llena de recuerdos, de inquietos pasados y futuros inciertos.

 

El olvido parece la más grande de las transformaciones. Los recuerdos, en cambio, son seres inútiles, holgazanes, porque no hacen sino permanecer fijos, echados como perros en alguna parte del cerebro.”

 

Rogelio Guedea fue un grato descubrimiento gracias a esta nueva edición de bolsillo del Fondo de Cultura Económica. Es un autor excepcional, con un lenguaje que muy pocos escritores logran darle forma y estilo; una narrativa coloquial, con regionalismos típicos del norte, refranes mexicanos, ironía y un humor ácido que, entre tanta negrura, se agradece reír de vez en cuando. Un estilo que quizá ya pueda considerársele como propio, cuya técnica logra envolver fácilmente al lector e irlo llevando por subidas y bajadas, sin detenerse, con excelentes inyecciones de adrenalina que harán ir acercándonos con rapidez hacia la realidad, la misma que busca Abel, y aunque sea la que menos queramos ver (“la realidad es un caldo de barbacoa y un jabón espumoso con el que limpia la suciedad del mosaico, y no lo que tú quieres creer”).

Rogelio Guedea es licenciado en Derecho y Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de Colima, Doctor en Letras por la Universidad de Córdoba, en España, así como fue profesor de Literatura Latinoamericana en Universidad de Otago en Nueva Zelanda. Trabajó durante mucho tiempo en un ministerio público en Colima, donde presenció de primera mano todos los procesos judiciales de los actos más violentos y aterradores que cualquiera pudiera pensar, mismo que lo llevó a buscar en la escritura, tanto poesía como novela, una forma de desahogo, de terapia para su alma. Ha vivido en otras partes del mundo, pero asegura que nunca ha encontrado un país que presencie lo mismo que le ha tocado ver en México, su hogar, que por más violento que sea, siempre termina regresando a él.

A grosso modo, Conducir un tráileres un libro que sí o sí se debe leer. Es una buena joya de la literatura contemporánea de México, y un fiel retrato de nuestros tiempos. Abel Corona no será el único en búsqueda de la verdad, y es que la verdad, cuando hay tanta niebla y oscuridad, resulta más difícil de percibírsele, de sentirla cerca, de hallarla, porque además: “llegar a verdades ciertas es en realidad no llegar a nada”. Esta es una historia de decisiones, como la vida, en la que vamos tomando caminos y encontrando puertas que a veces elegimos sin saber qué hay detrás, elegimos por azar, intuitivamente, o por mero deber. Elegimos por elegir. “Una puerta adelante, otra puerta atrás. Y yo en medio siempre, sin saber cuál de las dos abrir.Esta obra seguro hará sembrar inquietud en los lectores; quizá sea ese su objetivo, porque la inquietud sí que es necesaria en los tiempos de ahora para de ahí poder pasar a un proceso de reflexión como sociedad:
¿A dónde es que se está conduciendo este tráiler en el que vamos todos? ¿Qué lleva cargando en su caja detrás? ¿Cuál será su destino? ¿Quiénes no llegarán?