Del catálogo de FilminLatino: “Qué extraño llamarse Federico” de Ettore Scola

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop 

 

 

Llegan mis cosas esenciales.
Son estribillos de estribillos.
Entre los juncos y la baja tarde,
¡qué raro que me llame Federico!

Federico García Lorca

 

A los cien años de Fellini, uno sigue recordando al director como uno de los parteaguas más altos e importantes que ha tenido la historia del cine. Sus películas, sobre todo las de su etapa surrealista e intimista, son difíciles de entender para la mayoría del público, con escenas inconexas, raras, largas o sin sentido. Y quizá sea un poco cierto que el cine de Fellini es un cine difícil, pues si no se está acostumbrado a ese tipo, puede quizá llegar a resultar pesado o confuso. Por eso no hay mejor forma de entender su estilo y mundo que el gran documental con que homenajea a éste, su gran amigo, Ettore Scola, otro de los grandes del cine. Qué extraño ser Federico, y más aún extraño, entenderle. Con sus clásicas escenas de Roma, con el griterío y escándalo que caracteriza aquella ciudad vieja y sin descanso, diálogos brillantes y personajes que han marcado décadas de historias simples y cotidianas, como lo exponía aquellos años italianos la tendencia neorrealista. Para entender a Fellini, y al cine de entonces, es necesario situarse en la época de la posguerra, en una Italia rodeada de miseria y que poco a poco se iba componiendo, aunque a veces pareciera no tener una dirección fija y clara. A pesar de ello, aquella época fue una época buena para el cine, la literatura, para actores, dibujantes, la gente que trabajaba en los periódicos de la nación y los círculos intelectuales.

Qué extraño llamarse Federico es la obra que, parte documental y parte escenificada, nos muestra algunos de los guiños principales que llevaron a Federico a ser uno de los más importantes directores del cine italiano y mundial. Cuando llega a Roma, justo en la época fascista, buscando comerse el mundo, persiguiendo la oportunidad precisa que le abriera las puertas a la inmortalidad, presentando una serie de caricaturas a un periódico de corte crítico político-social, el “Marc’Aurelio”. Fue ahí donde Fellini y Scola se conocen (entre un grupo de grandes personajes como Zavattini y Stefano Vanzinas), y a partir de entonces trazan las primeras líneas de una historia que será de amistad y que los llevará a trabajar juntos en varios proyectos.

Scola aprovecha para mostrarnos el recuerdo de aquellos días de trabajo, haciendo de la dura vida de allá afuera, una comedia, satirizando el poder, pero también en cierta forma haciendo su propia lucha social para demostrar el caos que gobernaba y acabar con todo aquello que pareciera darle más fuerza. Se recuerdan los días y noches con nostalgia, de largas pláticas y bromas, de ideas que apenas y comenzaban a germinar dentro de aquellas dos mentes que terminarían haciendo cosas realmente grandes. El filme es una declaración del cariño que el amigo sentía por Federico, un hombre extraño de entender, no sólo en su cine, sino también en su lado personal. Un filme que es idóneo para aquellos a quienes aún les cuesta adentrarse en sus obras, pues con éste se entenderá que muchas de aquellas parecieran ser microhistorias dentro de otra más grande sin algún tallo principal, es decir, siendo el reflejo del amor y el trabajo que el director tuvo durante sus jornadas en el “Marc’Aurelio” como dibujante; y entonces es así que películas como La dolce vita parecieran ser una tira de prensa, como si cada escena fuera una historia diferente pero contando algo que no necesita de un cuerpo, sino sólo eso, lo más representativo, la imagen de un sentimiento o una idea o un discurso que el director simplemente quiere dar, o también enfatizando sólo la belleza estética, como en sus tomas de Roma de día o Roma de noche, la Fuente de Trevi, la belleza sensual de Anita Ekberg, la famosísima Via Veneto, el puente y castillo Sant’Angelo, la modernidad de las ciudades, las tierras marginadas de Roma, helicópteros volando, aquellas vistas aéreas.

Este es un hermoso documental sobre un hombre que no podía dormir, pues sufría de insomnio y no se podía estar quieto. Un hombre que recorría en auto y de madrugada las calles de su adorada ciudad abierta. Un hombre que solía recoger a mendigos y borrachos para disfrutar de sus historias, escucharlos, sólo escucharlos, y después llenarse de toda la inspiración posible para luego ser capaz de plasmarla en sus filmes. Un hombre apasionado con lo que hacía y que lograba hacer, con lo más elemental, lo más extraordinario y mágico (como las docenas de recreaciones exactas e increíbles que hizo bajo el techo de los estudios de Cinecittà). Un tipo de Creador que lograba hasta darle un propósito a las piedras mismas. Un hombre mejor conocido como “El Gran Mentiroso”, pues se inventaba todo y era capaz de esculpir lo que su imaginación le ordenara. Un hombre enamorado de Giulietta Masina, musa y dadora de vida a las mujeres protagonistas de muchas de sus películas. Un hombre extraño, pero que disfrutaba de su nombre al compartirlo con uno de sus poetas más admirados: García Lorca. ¡Qué extraño que se llamaran ambos Federico! Un hombre que parecía siempre andar cargando con todo un circo dentro de él para dar espectáculo en cualquier ocasión que se le presentara, con tantos personajes e historias y amigos con los que hacía maromas dentro de este sorprendente mundo que nos ha regalado el cine, el mágico y maravilloso mundo del cine.

Qué extraño que han pasado cien años de su nacimiento, y aún se le recuerda como un genio dentro de toda la historia del séptimo arte.

 

Disponible en FilminLatino:

https://www.filminlatino.mx/pelicula/que-extrano-llamarse-federico-scola-cuenta-a-fellini