«TRIBUTO A SABINA»

 

Por Erick Gálvez Ayala 

 

 

En muchas ocasiones, las expectativas que se generan por algo importante sobrepasan la realidad. Y es que la ilusión, la nostalgia o la añoranza son hermanas de lo irreal, «del dicho al hecho hay mucho trecho» diría aquel refrán sabio. Esta ocurre con el multicitado tributo a uno de los mejores compositores hispanos, me refiero al homenaje que le hacen diversos cantantes al peculiar, Joaquín Sabina

 

Este año Sabina llega a los 70 años, con grandes canciones en sus brazos, con melodías clásicas que lograron atraparnos a pesar de su poca aplaudida voz, la forma de festejarlo es un álbum dedicado a su obra. Esto ya suena bastante interesante si tomamos en cuenta que material hay de sobra, como para hacer algo verdaderamente importante. Después de escuchar el disco, con tristeza podemos afirmar que se trata de un trabajo tremendamente dispar, algunas piezas que aportan un sonido distinto a los temas del nacido en Ubeda, mientras que otros (la mayoría) se quedan en una mala copia. 

 

Grave error comenten aquellos que piensan que un gran tema de Sabina es fácil versionarlo, por supuesto que implica un reto grande, son grandes textos vivientes, poesías punzantes llenas de ironía o de verdad, o de ninguna de las dos. Bajar el ritmo, ponerle piano o arreglos de cuerdas, lejos de hacerlo atractivo acaba por hacer un trabajo aburrido, tedioso, extremadamente largo, una verdadera lástima. 

 

Las peores versiones del álbum llegan con este ritmo cansino, por esta forma de interpretarle como si se tratara de un cantante cualquiera, no señores, Sabina es uno de los más grandes intérpretes, si no tienen claro eso, están perdidos. Hablemos de las canciones, «Con la frente marchita» cantada por Amaral y Manolo García tiene las anteriores características, poco que rescatar, si te distraes puedes cerrar los ojos para perderte en un sueño profundo. «Peces de la ciudad» es inmensamente larga en la forma que la llevan tanto Pablo Alborán como Pablo López, una gran letra triturada por estos cantantes. «La canción más hermosa del mundo» dista mucho de serlo con Manuel Carrasco, el problema no es cantar, el tema es transmitir, sentir.

 

«Cerrado por derribo» es muy cercana al estilo de Joaquín, quizá por eso pase desapercibida, no es buena pero tampoco es criticable. «Y sin embargo/ te quiero/Y sin embargo» se vuelve una balada insulsa, una pieza lenta, insípida. El primer disco contiene también versiones arriesgadas aunque no bien embonadas, «19 días y 500 noches» es apenas recomendable y «Calle melancolía» tiene el estilo de Robe aunque no logra explotar. “A la orilla de la chimenea” suena antigua aunque bien cantada por el gran Serrat y el aporte de Rozalén es mínimo.

 

Alejandro Sanz escoge un tema que vive solo, «Contigo» es la canción, una versión seria, nada que sorprender. Mención aparte merecen las versiones de«Ruido» de Fito y los F​itipaldis con Coque Malla, «Donde habita le olvido» de Bunbury que es hipnótica, cambiando la instrumentación del tema, logra hacer una excelente mancuerna con su interpretación, y «El caso de la rubia platino» son lo mejor de la primera parte, el compañero del último tramo musical de Sabina, Leyva, logra darle su estilo, despierta a todos los oyentes.

 

La segunda parte del tributo comienza con unos viejos conocidos, Los Rodríguez interpretan «Princesa», Calamaro canta como siempre dando su propio estilo al tema, perfecto en cada estrofa, del otro lado Ariel Rot nos recuerda al mejor Keith Richards en la guitarra. «Yo también se jugarme la boca», «Amor se llama juego» y «Quien me ha robado el mes de abril» vuelven a ser un somnífero para los oyentes. Estopa nos despierta con aquella historia del asalto, «Pacto entre caballeros», al menos suben el volumen, en general, es positiva su aportación. «A mis cuarenta y diez» también se defiende con  Mclan y Alejo Stivel.

 

«Eclipse de mar» además de «Nos sobran los motivos» son intentos de remarcar el ritmo flamenco, no son del todo negativas, tiene momentos que parecen despegar. «Lo niego todo» es refrescante, es rebautizada, une la visión de un veterano como Mikel Erentxun y la juventud de la excelente banda Rufus T firefly, es alucinante. «Pongamos que hablo de Madrid» es casi una réplica de la original, no por eso hay que subestimar el esfuerzo especialmente de Rubén Pozo. «Ganas de» es seguramente la canción que menos le gusta a su autor, es algo extraño, al estilo Macaco, medio latina, medio bailable, pierde todo el sentido de la canción. «Una canción para la Magdalena» es lenta aunque entrañable, y el final (aunque parecía nunca llegar) se da con, «Y nos dieron las diez» interpretada por todo el mundo (no literal) un karaoke multitudinario. 

 

Para los fanáticos empedernidos puede que este sea su disco ideal, la realidad es que pudo ser mucho mejor con otro tipo de cantantes, con personas conocedoras de la carrera de este compositor, aquellos que saben más que los hits. Los duetos no consiguen dar en el clavo con sus reinterpretaciones, el álbum es más nostalgia que presente, es ironía más que verdad, es más cojo que pirata.

 

«Ni ángel con alas negras, ni profeta de vicio, ni héroe en las barricadas» Lo niego Todo, Sabina