CUANDO LA LUNA

 

Por Carla de Pedro

 

 

Hubo un tiempo en que la Luna estaba tan cerca de la Tierra que casi podía besarla. Hablo de dos metros, tres cuando mucho. En esa época los seres humanos subían y bajaban por una escalera.

Eran muy pocas las personas en ese entonces y muy pocas cosas podían hacer con la Luna, así que la convirtieron en un sitio sagrado donde hacían rituales.

Pero rápidamente los humanos comenzaron a multiplicarse y le perdieron el respeto a la Luna. Los niños jugaban pelota sobre ella y uno que otro llegó a caerse. Los poetas intentaron subir a ella en las noches, pero se dieron cuenta que les gustaba más mirarla que tocarla. Los amantes aprovecharon para volverla una especie de mirador, mas les duró poco ya que los epicúreos decidieron volverla un lugar de fiestas.

Un día, la Luna fue cercada para que un muralista famoso, aquél que pintó en la cueva de Lascaux, pintara sobre ella. El artista pintó el conocido conejo y del otro lado un hermoso gato montés.

Eso no detuvo las fiestas, ni los juegos, y ahora, además, hacían reuniones los intelectuales donde analizaban las famosas pinturas y conversaban sobre el vocabulario de las historias sagradas y las formas estéticas de las Líneas de Nasca.

El problema fue que la población humana creció. Creció tanto que ya no había forma de que cupieran todos en la Luna y debían ponerse de acuerdo sobre cómo dividirla o crear horarios para ocuparla en distintos momentos. Fue entonces cuando llegaron los fenicios y los hebreos a querer organizar las cosas y plasmar los derechos lunitoriales. Pero fueron los egipcios quienes lograron adueñarse de la Luna, haciendo un trato con los fenicios y expulsando a los judíos, segunda expulsión de sus vidas, pues fue esto antes del Éxodo pero después del Edén. Así, comenzaron los egipcios a cobrar piedras, metales, e incluso cocoa (a los mexicas) para poder visitar la Luna.

Una tarde, los primeros científicos decidieron subir a examinar las piedras lunares y empezaron a llevarse a sus laboratorios material lunar con el afán de convertirlo en oro. Esto desequilibró el peso de la Luna haciendo que fuera alejándose poco a poco.

Todos se angustiaron mucho ante la posible pérdida de tan bello ejemplar e idearon ingeniosos planes para mantenerla cerca, como aquel de lanzar un lazo a su alrededor, idea poética que en aquella época no fue tan aclamada, pues no funciona.

Los científicos, que ya comenzaban a controlar parte de la verdad humana echaron la culpa a las mareas, creencia que se extendió hasta nuestros días y que los eximió de llevar sobre los hombros tan pesada sombra.

Fue por esos años que todas las personas se reunieron para formar una Torre en Babilonia que alcanzara la Luna, pero ya para entonces nadie entendía al otro y el proyecto fracasó.

Después vinieron la separación de continentes, los jardines de Babilonia, las conquistas romanas… y para cuando se descubrió América todo lo anterior había sido olvidado.

El 20 de Julio de 1969 los humanos eran otros, olvidadizos y sorprendidos porque un hombre pisara la luna.

Algunos archivos secretos de la NASA revelan haber encontrado el esqueleto de un hombre en sus expediciones lunares. Pero, como las mismas expediciones, se reduce todo a una leyenda urbana, como los ovnis en Roswell, el control norteamericano sobre el terremoto de Haití y la muerte de Marilyn Monroe.

El único vestigio que queda es la pintura del conejo, pues nadie puede ver al gato montés que quedó del otro lado. Pero tampoco es el conejo prueba de nada ya que nadie sabe cómo surgió y todos se conforman con que alguien, quien sea, quizás una abuela, lo explique con un cuento.

Un día, como siempre, este cuento se olvida y otra vez los científicos culpan de todo al mar, los europeos a los judíos, los judíos a Adán y a Eva, los mexicanos a los narcotraficantes, los gringos a los árabes, los niños a los adultos, los abuelos a la tecnología, los revolucionarios al Estado, el Estado a los revolucionarios, y alguien, en algún lugar, en algún momento, culpa a Dios. Pero Dios no sabe nada ni se mete con nadie y está muy ocupado como para involucrarse en habladurías humanas.