A 250 años del nacimiento de Beethoven, el músico de las entrañas

 

Por Carla de Pedro

 

 

Ludwig van Beethoven nació en 1770, es por eso que este 2020 se cumplen 250 años de su nacimiento.

Todos sabemos que se quedó sordo pero que traía la música tan adentro, en las entrañas, que para él no era necesario oírla.

Dicen por allí que era un autor clásico, por la época en que vivió, pero Beethoven era un pionero, su música lo delata romántico en todos los sentidos.

No puede haber nada más apasionado que las sonatas para piano n° 8 o 17 (por ejemplificar) o esos tonos bajos de la 5ta sinfonía. Tampoco puede haber nada más melancólico que su Claro de Luna.

Beethoven nos sacude como una novela de Goethe y nos hechiza como una pintura de Caspar David Friedrich.

Miguel de Unamuno señala que el ser humano se conforma de cabeza, corazón y estómago. Beethoven escribía con éste último. Se le iban las tripas en cada melodía.

Desde luego no había un orden clásico y metódico en él, no era alguien racional y clásico, por el contrario, se dejaba llevar por sus pasiones y no hay nada más cercano al romanticismo que eso.

Algunos lo consideran el primer jazzista de la historia, por toda su rebeldía, por haber transformado las estructuras musicales, por ese desorden suyo que es el orden del sentimiento.

Escuchar a Beethoven es como nadar en el mar; es sentir esa intensidad, esa pasión del oleaje; es disfrutar del agua en la piel; es ver el infinito rebelarse en la eternidad del mar. Es sentir el temor de ahogarse a cada instante, el vértigo de caer en las profundidades  del océano, el deseo de quedarse allí en la tormenta mientras el mar nos azota hasta deshacernos el alma.

No haber escuchado a Beethoven es como no haber visto jamás el mar.