π: el orden del caos. Dios, el círculo, los números y la restauración del mundo.

 

Por Carla de Pedro

 

 

Las matemáticas son el alfabeto

con el cual Dios ha escrito el universo.”

Galileo Galilei

Aquello que distinguió el pensamiento hebreo del pensamiento egipcio y mesopotámico fue su emancipación; esto es su capacidad de abstracción.

El Dios de los salmistas y de los profetas no formaba parte de la naturaleza, la trascendía y al propio tiempo, trascendía el dominio del pensamiento creador de mitos. (FRANKFORTH. et al. )

Esto es, ellos no vieron un dios Sol, sino un Dios creador del sol; para ellos Dios era infinito e indefinible. Así pues, los hebreos vieron en este Dios una imposibilidad antropomórfica de conocerlo y, sin embargo, se condenaron a su constante búsqueda.

Fueron probablemente los hebreos los primeros en perder la llamada “Totalidad” que Lukacs menciona, volviendo su sociedad una sociedad abierta con todo lo que esto implica: Libertad y carga.

No es de asombrarse que el primer pueblo capás de desprenderse de un Dios con forma, como pasaría a su vez con los presocráticos griegos, llegase a interesarse tanto por los números (¿Qué hay más abstracto e infinito?) La numerología judía consiste en la búsqueda a través del valor numérico de las letras, del nombre de Dios en la Torá.

Enfocándose en este tema, así como en teorías pitagóricas, en “Pi: el orden del caos” o, como su nombre en inglés lo indica, “Pi: la fé en el caos” , la primera película de Aronofsky, éste  juega con la percepción de la realidad en una historia cargada de simbolismo.

Max es un matemático obsesivo que basa su vida en la tesis de que las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza y que todo lo que nos rodea puede ser representado y comprendido mediante números.

A lo largo de la película podemos observar la presencia de la proporción aurea de Pitágoras y la espiral de Fibonacci, cuyas formas, según la percepción matemática del mundo, pueden encontrarse en todas partes.

Todo comienza, cuando Max por error, que no por estudio (cómo sucede siempre ante un gran descubrimiento) llega a una cifra numérica aparentemente inútil.

 

 

Primero, resulta que aquella serie de números es capaz de predecir los valores de la bolsa, es esto importante por el hecho de que la bolsa de valores es la realidad virtual, podríamos decir, que rige la vida humana hoy en día. Entonces, al poder predecir si los valores de la bolsa suben o bajan, Max tiene acceso al Dios actual: al mercado.

Parece ser que no podría haber llegado a nada mejor, pero entonces es cuando aparece un grupo ortodoxo de judíos que busca el número que Max tiene puesto que dicha cifra de 216 dígitos no es cualquier cosa: es el nombre de Dios.

Como podemos observar, al afirmar el protagonista que un Dios abstracto como las matemáticas rige el mundo, está de cierta forma diciendo que todo es fragmento de aquella separación divina; y, al encontrar una cifra determinada que esconde (o más bien muestra) el nombre de Dios, está afirmando a Dios como unidad absoluta donde toda realidad de este mundo se disuelve.

La Cábala afirma que todas las cosas están en Dios, ya sea en su presencia cósmica o en su trascendencia; pero es sólo en su trascendencia, en lo absoluto, donde todas las cosas son él, y en donde él es todas las cosas, sin diferencia alguna. (SCHAYA)

El final donde él se encuentra sólo, bien podría significar la unión de Max con lo divino, donde todas las demás realidades se disuelven en una sola: en Dios.

Es interesante hablar del título de la película puesto que es π, precisamente, ese espacio que falta para cerrar un círculo y hemos de recordar todo el peso simbólico que carga dicha figura geométrica. El círculo es eternidad y perfección. No hay que dejar de lado que a lo largo de los siglos muchos estudiosos se empeñaron en encontrar el valor numérico de π, pero, como sabemos hoy en día, esta cifra es infinita.

No es en balde que una película donde se trata el tema del encuentro del nombre de Dios a través de los números lleve por título una cifra infinita que representa el final de una figura infinita y perfecta.

El mundo no es sino una fragmentación y la misión de todo hombre es la restauración de la unidad, según afirman los judíos. Sólo teniendo fe en lo infinito y perfecto, es decir en Dios, es decir en el principio y el final del círculo, en el principio y el final de todo, se puede llegar al orden del caos: a la restauración del orden perdido.

 

FRANKFORTH. et al. El pensamiento prefilosófico II: Los hebreos. FCE. México DF. 1986

SCHAYA, Leo. El significado universal de la Cábala. Dedalo. Buenos Aires. 1976

ARONOFSKY, DarrenPi: el orden del Caos (“π, Faith in Chaos”) 1998