Reseña de Pinocchio de Matteo Garrone

 

Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

 

El famoso cuento de Carlo Collodi sobre un títere de madera que desea convertirse en un niño de verdad ha sido adaptado al mundo de la cinematografía en decenas de ocasiones, desde sus orígenes en la época muda, varias versiones animadas (siendo la más famosa por supuesto la de Walt Disney), otras más en live action e incluso alguna ocurrencia con el títere siendo el protagonista de un filme de terror. En los siguientes años veremos algunas más, el remake que prepara Walt Disney de su propia versión, una propuesta animada dirigida por Guillermo del Toro, y la que nos ocupa, la nueva película del director italiano Matteo Garrone.

A lo largo de su filmografía Garrone ya ha dejado marca de sus influencias en el neorrealismo y en Pinocchio no es la excepción, sobre todo en la primera parte de la trama donde el director ambienta la historia, no en la época de la post guerra, pero si tomando en cuenta algunos elementos que trascendieron en esta corriente sobre todo cuando se trata de exponer la vida llena de dificultades de la clase trabajadora como es en el caso de Geppetto, el cual por cierto es interpretado por Roberto Benigni, lo que debe significar como una especie de revancha para el italiano pues su versión de Pinocho allá en 2002 prácticamente sepulto su carrera.

Mientras la famosa versión de Disney se centra en los actos del teatro de las marionetas, la Isla de los Juegos y el encuentro con la ballena Monstruo, la película de Garrone tiene muchos más episodios lo que conlleva más obstáculos narrativos que es probablemente la parte más débil de la obra, pues no todos los capítulos tienen el mismo nivel de interés. Aun así  hay momentos realmente brillantes en Pinocchio sobre todo se fusiona el cine de fantasía con dotes de surrealismo respetando la esencia del cuento de Collodi.

Artísticamente es un trabajo aplaudible con excepción de la parte de la ballena (la más endeble de todo el filme), siendo lo mejor el sobresaliente trabajo del director de fotografía Nicolai Brüel quien deja estampas tan bellas como tenebrosas, jugando con las sombras y la luz en sus diferentes tonos siempre consiguiendo un resultado abrumador.

Lo que daríamos por que los remakes con los que nos satura Disney año con año tuvieran la mitad de la magia, oscuridad y calidad que tiene el filme de Garrone, que sin ser totalmente satisfactorio, si está hecho con mucho respeto y conserva el encanto del cuento sin querer ser enteramente complaciente a las masas.