Reseña de The Trial of the Chicago 7 de Aaron Sorkin

 

Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

 

El drama judicial siempre ha sido uno de mis géneros predilectos, y como no cuando ahí se encuentran obras maestras como 12 Angry Men de Sidney Lumet, Testigo de cargo de Billy Wilder, Matar a un ruiseñor de Robert Mulligan o El juicio de Nuremberg de Stanley Kramer. Ya en años recientes ha sido la televisión donde el género más ha tenido dignas representantes como con la estupenda The People vs OJ Simpson, pero en el cine se ha ido diluyendo por lo que la llegada del nuevo filme de Aaron Sorkin, The Trial of the Chicago 7  la he cogido con mucha alegría.

Como siempre ir a ver un producto escrito por Aaron Sorkin es ir a una clase de guion sobre todo en la creación y ejecución de diálogos en conversaciones de forma rápida, fresca y espontanea haciendo que cada una de estas escenas tenga el interés del espectador lo que es muy importante dentro del drama judicial donde la mayoría de la acción va a partir de los diálogos. A eso se le suma un montaje trepidante (a veces fusionando las escenas del juicio con flashbacks de los protagonistas) que es marca de la casa haciendo que el filme se te pase en un suspiro.

Es sin embargo como director donde Sorkin no logra conseguir un producto cinematográfico redondo, primeramente porque la realización se nota muy menor y segundo por la poca capacidad que tiene para que sus personajes logren crear una verdadera emoción humana , esto debido a sobre todo que la narración es tan rápida que se echan de menos momentos más íntimos, pequeños detalles o rastros de dirección visual que permitieran tener personajes con más sustancia más allá de lo que los diálogos nos permiten visualizar. Este tipo de detalles se pueden encontrar en The Social Network o Moneyball constantemente sin embargo en The Trial of the Chicago 7  brillan por su ausencia.

Al casting lleno de nombres llamativos le falta más equilibrio entre las interpretaciones. Eddie Redmayne demuestra una vez más lo limitado que es como actor dramático si no tiene una transformación física que lo secunde, mientras que a Gordon Levitt nunca te lo crees en su papel de fiscal. Se agradece el cambio de tono de Sacha Baron Cohen quien además arroja el diálogo más importante del filme (“nunca había sido juzgado por mis ideas”), pero las verdaderas estrellas de la función son Mark Rylance y sobre todo en un fantástico Frank Langella quien está de clarísimo Oscar secundario.

El estreno de The Trial of the Chicago es oportunísimo en estos tiempos, sobre todo en Estados Unidos donde las manifestaciones, racismo, agresiones policiales y defectos del sistema judicial son el pan de cada día, por lo que ver a la obra de Sorkin siendo una de las protagonistas de la próxima carrera hacia el Oscar es muy probable, aunque igual su falta de personalidad le podría estar pasando factura.