La globalización es una torre de Babel

 

Por Carla de Pedro

 

Este  es  el   proyecto  de  la   globalización: hacer

una nueva  torre de  Babel,  en todos los sentidos.

Homogénea en su forma de pensar, en su cultura,

en su patrón, hegemonizada por quien tiene no la

razón sino la fuerza.

Subcomandante Marcos

 

 

La torre de Babel representaba la unión de todos los hombres para alcanzar a Dios. En la cristiandad alcanzar a Dios solamente era posible en la eternidad, después de la muerte. La torre de Babel buscaba, pues, alcanzar a Dios; esa idea inalcanzable, esa idea que está allá, más allá de la eternidad.

Sin embargo, la torre de Babel no sólo fue un proyecto imposible porque la eternidad es inalcanzable, en esta vida al menos, hubo, pues, una segunda complicación, la más conocida: el idioma o, mejor dicho, los idiomas: las distintas lenguas; la diferencia.

En la actualidad, el Dios cristiano ha sido reemplazado por la economía y la idea de eternidad, por la de progreso. La torre de Babel actual se llama globalización y tiene las mismas complicaciones que la antigua: eternidad (progreso), inalcanzable, y unión de lenguas distintas (distintas culturas), imposible.

En Babel, película dirigida por Alejandro González Iñárritu y escrita por Guillermo Arriaga, se nos plantea la unión de cuatro países completamente diferentes: dos primermundistas y dos tercermundistas.

Quisiera recalcar que las situaciones que generan la tragedia que une a los cuatro países son diferentes. El problema inicial, tanto para los norteamericanos como para la japonesa, es la muerte. Ellos están en una sociedad moderna y sólo algo tan extremo como la muerte los puede hacer entrar en razón. Ante la muerte del hijo, los norteamericanos buscan una solución espiritual, que a la vez es un lujo: la realización de un viaje. Ante la muerte de su madre, la japonesa busca refugiarse en alguien que la comprenda, su soledad es tan inmensa que no encuentra ya refugio en esa tecnología que la asecha.

 

 

El problema inicial, tanto de Marruecos como de México, es el hambre. Los marroquíes compran un arma para cuidar del ganado, para proteger su trabajo y su estabilidad. La mexicana vive en Estados Unidos por necesidad económica.

El problema del arma (la venta y el disparo) afecta a cada uno de los mencionados de diferente manera. Para cada uno de ellos su problema es el mayor. Esto es obvio porque todos vemos primeramente por nosotros, no por egoísmo; por amor propio, por individualidad, porque todos somos fin en nosotros mismos.

Quisiera señalar que me llamó la atención en especial el caso de los estadounidenses, ya que son los únicos a quienes no afecta la forma en que los ve el mundo sino cómo ellos lo ven. Cuando la mexicana no puede regresar a Estados Unidos nos damos cuenta de cómo le afecta el hecho de ser vista como inmigrante ilegal; así pues, a los marroquíes los lleva a una lucha armada el ser vistos como terroristas. La japonesa, por su parte, se siente discriminada, pues  al ser sorda es incomprendida y la sociedad la ve como a un monstruo.

Cabe resaltar que los estadounidenses se sienten mal de encontrarse en un país extranjero debido a la falta de tecnología y comodidades. Ellos se sienten perdidos porque no hay un gran hospital cerca, cuando la esposa es herida, y, anteriormente, porque no hay coca cola light ni agua purificada.

Los norteamericanos ven Marruecos, el lugar al que han ido de viaje, como un lugar incivilizado que debería estar a su servicio pero no lo está. Del mismo modo, ven a la mexicana como a su empleada, quien debe anteponer el bienestar de los hijos de ellos, a quienes está cuidando, a la vida de su propio hijo. Tampoco creo que esa visión sea egoísmo, es simplemente el túnel en que ellos están metidos, que es su realidad, una realidad que les impide ver a su alrededor.

Como podemos observar, los norteamericanos están encerrados en su cultura, en su lengua; esto les impide la construcción de la torre de Babel. Así pues, los demás involucrados también están encerrados en su cultura. La mexicana está encerrada en sus lazos familiares, en sus tradiciones, en la importancia de la boda, la fiesta y el mole. Los marroquíes están encerrados en sus valores familiares, en sus deberes y en sus tradiciones.

La japonesa es el caso más cercano al individuo de una ciudad moderna. Está envuelta en tecnología, en vida social juvenil, en drogas, en antros, en videojuegos; está sola en un mundo sin una verdadera comunicación, sin ninguna conexión realmente humana, su vida no tiene sentido es, como diría Milan Kundera, insoportablemente leve.

Los resultados de esta unión mundial, que a su vez es una desunión igual a la de la torre de Babel, son diferentes para cada individuo. Por lo que podemos observar, la japonesa descubre que puede ser escuchada sin necesidad de contacto físico, los estadounidenses resuelven su problema para poder regresar a casa. Por otra parte, el niño marroquí se entrega y es llevado a la cárcel, por amor a su hermano; la mujer mexicana es deportada a su país. La vida de los individuos de los países tercermundistas queda destruida, la de los países primermundistas queda reconstruida.

Es una visión muy  triste de la época globalizada actual, pero muy cierta. Después de todo, como diría el subcomandante Marcos:

 

“La geografía se ha simplificado: hay un arriba y un abajo. El lugar de arriba es angosto y caben unos cuantos. El de abajo es tan amplio que abarca cualquier lugar del planeta y tiene lugar para toda la humanidad.”