Reseña de “Balún Canán” de Rosario Castellanos

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

La tierra indígena es la tierra sobre la que se levantan los cimientos de toda una cultura. Con su historia, su cosmogonía, la forma de una existencia que día a día trata de luchar por existir, perecer al tiempo, y de encontrar la forma de que gane el mérito de llamarse “vida”. O al menos, ya de último, con lo mínimo,sobrevivir.

Chiapas mágico. A donde la selva llama. Uno va a perderse para encontrar la belleza de mil formas. Pero también es ahí en donde se encuentran los rincones más alejados del hombre: la pobreza, la escasez de recursos, la falta de educación y escuelas. Los indígenas que combaten contra la modernidad que va adueñándose del mundo. Que no se pierdan las costumbres, que no asesinen las tradiciones. Porque es su cultura, y es sobre la que se basa también la nuestra.

Rosario Castellanos, chiapaneca, amante de la belleza natural y del ser del hombre, nos expone en esta novela la historia de una tierra, llamada en maya, “Balún Canán”, hoy Comitán. Lugar de las nueve estrellas, y en donde el viento es uno de sus guardianes, guardianes que viven en el lago de Tziscao, a las faldas de las montañas que llevan a todos los lugares del cielo y a ningún lugar de la tierra. El número nueve parece ser mágico. El pensamiento mágico es asiento de la cultura del sur del país. En realidad, todo en Chiapas es magia, y con la pluma de Castellanos llegamos a ser capaces de oler las calles, los árboles, las aguas del pueblo de Comitán y la finca de Chactajal.

Esta fue la primera novela de una de las grandes escritoras de México (y mi poetisa favorita). Reflejo es de un enfrentamiento entre dos mundos que parecieran ajenos, cada uno defendiendo lo suyo, tratándose de apoderar del otro. Pero el indígena es el sublevado que siempre está obligado a ceder. La injusticia sufrida por el poder y la expropiación de tierras. Una lucha por llevar la educación a donde apenas y se hace luz entre las sombras. La creación de una escuela. La niña que no entiende por lo que luchan las mujeres y hombres mayores. La nana que es testigo de la traición, el engaño, el enigma y la magia. Todo sucediendo en la época del presidente Cárdenas con su reforma agraria, en donde millones de hectáreas fueron repartidas a las comunidades y ejidos.

Balún-Canán”, novela indigenista, estuvo para mí llena además de pequeños descubrimientos mitológicos, como la criatura mitad bestia-mitad hombre, que roba a las mujeres jóvenes y bellas, el Dzulúm; o como Catashná, el diablo de las siete cuerdas, también padre de la mentira; o la creación del hombre en el mundo por los cuatro dioses. Y es así como terminaré esta reseña, con esa historia que me pareció la más bella y resumo de la siguiente manera:
En el principio de los tiempos eran cuatro los señores del cielo los que ya habían creado el mundo, con sus mares y con el viento. Solamente les faltaba algo: el hombre; pues querían un ser con consciencia que pudiera conocerles y contemplarles. Para esto, el hombre que debían de crear tenía que pasar por dos pruebas: la de agua y la de fuego. El primer hombre que crearon fue el de barro, pero sucedió que, al presentarlo ante la prueba de agua, se deshizo, separándose así todas sus extremidades. El segundo intento de hombre fue de madera, el cual logró pasar la prueba de agua, flotando, sin desmoronarse; sin embargo, en la prueba de fuego fue que ardió y se consumió en las llamas. El tercer señor del cielo intervino para decir que el hombre debería ser de oro, y así lo hicieron ahora. Lo sometieron a la prueba de agua y a la prueba de fuego, y lo que sucedió fue que salió de ellas aún más reluciente, pero cuando esperaban que los adorase como señores del cielo, diéronse cuenta que no podía siquiera moverse, como tampoco hablar. “Hagamos al hombre de carne”, dijo el cuarto señor del cielo. Y se cortó los dedos de la mano izquierda con un machete, mismos que fueron a caer a la tierra, sin siquiera ya pasar por las pruebas de agua y fuego. Así se creó el hombre de carne, y pasaron los días, y los hombres de carne iban y venían, conociendo todas las cosas del mundo, hasta que de pronto descubrieron al hombre de oro, que no se movía ni hablaba, pero que era la cosa más hermosa que habían visto. Llegó la hora de comer, y como el hombre de oro no podía moverse, los hombres de carne le iban dirigiendo los bocados a su boca para que así se alimentase. Después, lo llevaron junto con ellos, cargándolo a dondequiera que iban. Y así, poco a poco, el hombre de oro se fue resquebrajando, hasta que la gratitud pudo salir de su boca y entonces al fin pronunciar el nombre de los cuatro señores del cielo. Los dioses, observando desde arriba, se habían dado cuenta de lo que había ocurrido allá en la tierra, “y desde entonces llaman rico al hombre de oro y pobre a los hombres de carne. Y dispusieron que el rico cuidara y amparara al pobre por cuanto que de él había recibido beneficios. Y ordenaron que el pobre respondería por el rico ante la cara de la verdad. Por eso dice nuestra ley que ningún rico puede entrar al cielo si un pobre no lo lleva de la mano”. La niña pregunta a su nana que quién es su pobre, y ésta le responde que sólo mirando con atención, cuando tenga mayor edad y mayor entendimiento, será capaz de reconocerlo.

Este es el encanto de Balún-Canán, el lugar de las nueve estrellas, la magia de Rosario Castellanos que nos demuestra la belleza en el pensamiento mágico y un amor profundo por esa región de los Altos de Chiapas, lugar en que creció, que tanto amó, y en donde la literatura presenció la formación de una de las escritoras y feministas más extraordinarias del país.

 

Es bueno vivir a la orilla de los ríos. Mirando pasar el agua se limpia la memoria. Oyendo pasar el agua se adormece la pena. Iremos a vivir a la orilla de un río.