FANTASMAS

 

Por Carla de Pedro

 

 

Lo más difícil a la hora de dormir son los fantasmas.

Primero, aprendes que debes cerrar bien las ventanas y las puertas, todas.

Luego, te das cuenta de que no debes dejar espacio bajo la cama, debes llenarla de cosas hasta que no quepa nada.

Después, entiendes que se ocultan en los orificios que hay entre los libros, en los pliegues de las cortinas.

Incluso, tienes que cubrir las paredes para que no se adhieran a ellas, como el polvo.

Así, poco a poco, vas llenando todos los vacíos, todos los posibles espacios.

Te llenas de actividades para no darles el tiempo. Te llenas de personas, de ideas, para no darles oportunidad de hablar, para no oírlos. Rellenas el silencio con la música, con las palabras.

Y luego, al fin sientes que todos tus esfuerzos han rendido frutos y te recuestas, confortablemente, entre las sábanas.

Pero, aun así, los fantasmas vuelven.

Entonces, intentas lo opuesto. Retiras todo, todo, dejas el cuarto completamente solo, sin cuadros, sin libreros, sin cama, sin posibilidad alguna de rincones donde quepan, sin posibilidad de referencias, de pensamientos.

Haces yoga, descrees de todo, meditas, dejas tu mente, y todo lo demás, en blanco y, así, antes de dormir, logras por fin no pensar, logras por fin espantar a los fantasmas.

Mas hay algo que no prevés y es que los fantasmas no vienen de afuera: al dormir, regresan en los sueños.

Y aunque logres controlar el ambiente, el espacio, la conciencia; incluso si logras controlar el tiempo, la vida, los actos; no podrás nunca, nunca, controlar a los fantasmas.