Reseña de “Lo bello y lo triste” de Yasunari Kawabata

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Yasunari Kawabata, Premio Nobel de Literatura en 1968, y uno de los máximos exponentes de la literatura nipona, escribió esta novela corta, tres años antes de recibir el máximo galardón, para hablarnos de los sentimientos más dominantes en las vidas de los hombres: el amor, los celos, el rencor. Una historia sobre la emoción que enerve los corazones, aún pasados los años, sin dejar descansar la pasión antes presa de dos personas que se amaron como no lo habían hecho antes, ni volverían a hacerlo, presa de la tragedia y la desgracia, resultado de un secreto oculto que terminó por partirlos, causante también de la separación; la locura que cambió las mentes y las emociones, pero que, a pesar del tiempo, los años, las nuevas personas que habrían de llegar a sus vidas, arrastrarían ese pasado hasta perderse en él, cargando con sus seres queridos hasta ese infortunio que es el de amar y seguir haciéndolo aunque ya no sea capaz el amor de estar.

La historia comienza cuando Oki decide viajar a Kioto a fin de año para escuchar las campanadas del templo, con la esperanza de volver a ver a Otoko, ahora una pintora reconocida y quien fue la protagonista que le dio la fama de escritor a Oki. Éste ya se encuentra casado y con una familia; ella en una relación con su aprendiz. La prosa de Kawabata nos describe aquellos lugares efímeramente bellos del Japón, con la característica de que todo se esfuma, pero regresa, en cada estación del año, en cada tiempo cuando pasa lo necesario.

La pluma siempre melancólica de Kawabata. El reflejo de la soledad del ser. La tristeza y una agonía que nunca muere, yacente bajo las verdades que los personajes no quieren ver. Una sed de venganza que es cubierta por una atmósfera erótica y solapada por la reencarnación de los sentimientos de antaño que creen solamente le pertenecen al pasado. Se nos muestran imágenes sutiles de la playa, de Kioto, las plantaciones de té y de bambú. Las pinturas de Otoko cobran vida al ser explícitas en la narrativa. Una lucha que ninguno de los cuatro involucrados es capaz de llevar. Sufrimos, nos acongojamos: ante lo terrible, el destino del desamparo; lo bello y lo triste.