La simulación de lo real, un comentario a Cultura y Simulacro de Jean Baudrillard

 

Por Carla de Pedro

 

 

Ya no podemos creer en lo real. Cada vez nos encontramos con un simulacro aún más abstracto de la realidad. Si en un inicio las imágenes religiosas eran la representación de algo profundo y posteriormente no alcanzaban a representarlo, hoy en día han perdido por completo el referente. Del mismo modo ocurre con todo, como expone Baudrillard en  su texto Cultura y Simulacro.

La simulación es aún más grave que la disimulación. Pues disimular es fingir no tener lo que se tiene mientras que simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo primero remite a una presencia, lo segundo a una ausencia. Si vivimos en una simulación, quiere decir que debajo de todo lo que creemos nos encontramos con un vacío.

Es fácil encontrar ejemplos extremos y claros de la simulación, como los parques de diversiones, entre ellos Disneylandia, del que nos habla Baudrillard, pero también, por ejemplo, nos encontramos con un parque en la Riviera Maya llamado Xoximilco y cuyo fin es brindar a los extranjeros la experiencia de estar en Xochimilco, representando un invento de lo mexicano del mismo modo que Disneylandia representa el invento de lo norteamericano Las personas que visitan la Riviera Maya no deben ensuciarse con la realidad mexicana, pues les han fabricado la experiencia cinco estrellas para que la vivan sin salir del aire acondicionado. Las lagunas de Quintana Roo se convierten en los canales mejorados y limpios del Xochimilco de la idealidad. Los mariachis cantan, las trajineras avanzan, la comida típica se sirve, los turistas se encuentran en el lugar más y a la vez menos mexicano de todo México.

La simulación ha llegado a tal grado que China se ha dado a la tarea de hacer réplicas exactas de lugares emblemáticos de todo el mundo, construyendo la Torre Eiffel, los Canales de Venecia, el Coliseo, entre muchos otros monumentos Made in China en los que sus ciudadanos pueden simular ser viajeros internacionales.

Otro ejemplo de la simulación o hiperrealismo, como también le llama Baudrillard, se remite a la televisión. El autor nos habla de un caso de la TV-verdad, en referencia a lo que hoy en día se conoce como reality shows, en los cuales se pretende que se filma la vida real de las personas, pero ¿de verdad la gente interactúa naturalmente frente a la cámara? Ni siquiera los documentales sobre la naturaleza, cuyos protagonistas animales son más auténticos, puede llamarse televisión real, pues los nombres, la personalidad y la creación de héroes y villanos que en muchas ocasiones nos vende el realizador, no es más que un invento para convertir a la naturaleza en una conmovedora y entretenida telenovela.

 

 

Pero me parece que la simulación no se queda allí, sino que traspasa los ámbitos de la ficción para colarse en todo aquello que asumimos como verdadero. La supuesta libertad en un sistema que nos esclaviza; la supuesta felicidad en los objetos; el Estado de Derecho donde el que tiene más dinero es el más justo ante la ley, porque pagó a los abogados que mejor manipulan la verdad y desde luego, no hay que olvidarnos de las redes sociales.

Las redes sociales se han convertido en una parte fundamental de la vida de los individuos del siglo XXI, pero ¿qué son sino el espacio de la mayor simulación que ha existido? Jamás tanta gente había sido partícipe de una simulación masiva tan exitosa, un lugar donde millones de individuos simulan ser alguien que no son.

La realidad, como bien dice Baudrillard está cada vez más lejos de nosotros, los parques, la televisión,  las redes sociales donde la gente incluso está pagando por simular una vida, con compañías que las sientan en un yate y en una mansión y les toman fotos para que luego exhiban en las redes sociales una vida que no existe.

Si no somos los objetos que nos dice el capitalismo, ni las representaciones planas de los parques de diversiones, ni las fotos retocadas con 200 “me gusta”. La pregunta que surge es ¿qué somos y dónde está la realidad?

 

BAUDRILLARD, Jean. Cultura y simulacro. Kairós, Barcelona, 1978.