Reseña de “Los días azules” de Fernando Vallejo

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

El escritor-amante de Medellín. Retratista natural y crudo de la época violenta de Colombia, como también de la época actual con sus crisis y disparates. Todo un analista narrativo que, con ironía, busca siempre reflejar el absurdo que se vive en las calles, con su gente, de Antioquia. Escritor de “La virgen de los sicarios”, novela que fue llevada después magistralmente al cine por Barbet Schroeder. La burla, el sarcasmo, la pluma que escribe con sangre los nombres de las víctimas: por narcotráfico, por la violencia, por la calidad ruin hospitalaria y corrupta que se vive en el sector salud de Colombia.

Fernando Vallejo, Premio Rómulo Gallegos 2003 por su novela “El desbarrancadero”, y que se caracteriza por siempre abordar temas como la violencia, el sida o la homosexualidad, escribió también esta forma de diario en el que nos recrea lo que para él fueron sus días azules. Sus días de infancia por la ciudad donde antes pasaba un río que se desbordaba e inundaba todo y ahora está más seco que las piedras, en la bella Medellín, y es que “Medellín es bonita, con a, porque es ciudad”, aquella ciudad en que no sabían si se le conocía porque allí se mató Gardel o si más bien era al revés: que a Gardel lo conocían porque se mató en Medellín. La ciudad alrevesada, de cabeza, donde todo mundo hace lo que le dé la gana. Pero que, al final, a pesar de todo ello, se le ama.

Vallejo nos narra las anécdotas de él y su familia, viviendo en la época dura de los también “días azules” de Colombia. Las fincas de la familia. El abuelo que conducía como loco y atropellaba niños por las calles. La delincuencia e inseguridad que abundaba en cualquier rincón donde fuera uno a pararse (y es que todo se lo roban allí: hasta lo más inimaginable). Su odio hacia la iglesia católica y al deporte más insustancial: el fútbol; pero también su pasión por la música de Mozart, Chopin y de Schubert. El pésimo servicio de la salud pública y su negligencia que mata más personas que los mismos carteles del narcotráfico. Y también el amor de su infancia al que nunca pudo, aún a pesar de encontrarse muchos años después con ella, tener el valor de darle confesión.

Estos son los días azules de Fernando Vallejo. La nostalgia y la esperanza (o también desesperanza). Las travesuras de la infancia. Una forma literaria autobiográfica, sin capítulos ni cabida para detenerse a descansar, que nos llevarán a recorrer sus calles para vivir con gracia lo que un niño que se convierte en un escritor adulto, siendo cronista disparatado de la rutina irracional colombiana, y sobretodo, antioqueña, sólo puede vivir: viviendo.