Reseña de Belfast de Kenneth Branagh

 

Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

 

Antes de meterse en el cine mainstream con películas como Thor o La cenicienta, Kenneth Branagh era un director de mucho interés gracias a sus comedias genuinamente británicas y; claro, por sus adaptaciones de Shakespeare cuyo punto más alto llego con su Hamlet de 1996, una de las mejores películas basadas en las obras del mítico dramaturgo que incluía además un elenco de auténtico escándalo.

Han pasado ya 25 años y parecía que a Branagh como autor lo habíamos perdido para siempre, hasta que por fin ha llegado Belfast, su película más personal que es además una autobiografía de su infancia, cuando disfrutaba de su inocencia y pequeñas aventuras en su natal Irlanda a pesar de los problemas sociales y económicos que azotaban en su entorno.

Belfast es la Roma de Branagh, pero a pesar de que ambas provienen de los recuerdos de la infancia de sus directores y comparten el uso del blanco y negro en su propuesta visual, del resto se parece muy poco o en nada al filme de Alfonso Cuaron. Mientras la mexicana era una obra más pausada, más visual y melodramática, la película de Branagh posee un tono mucho más amable, alegre y optimista, sin mencionar que su narrativa es mucho más ágil y clásica lo que la vuelve en un producto más digerible pero no por ello menos autoral y humana. Branagh evoca sus recuerdos bajo la perspectiva de su infancia, una llena de luz y esperanza que solo puede venir de la inocencia de su pasado dando como resultado una autobiografía llena de nostalgia, emoción y que brilla al mismo tiempo por su imaginativa puesta en escena (evidenciando a ratos su amor por el teatro, los western, lo medieval y Shakespeare) que ya desde su escena de apertura se puede vislumbrar hacia donde se dirige la visión.

Se nota el amor del director hacia su película y de la misma forma hacia sus personajes, en este caso su familia, de la cual exprime su lado más entrañable regalándonos con ellos momentos bastante emotivos que ganan más con la entrega de cada uno de sus intérpretes, sobre todo una maravillosa Caitriona Balfe que contagia en su papel de madre y esposa. También es justo mencionar lo que hace Jude Hill quien es toda una revelación, su carisma y nivel de dulzura está en el punto exacto convirtiéndose en uno de los aspectos más acertados en Belfast.

Es cierto, se puede echar de menos mayor dramatismo, mayor tragedia, más oscuridad, pero está claro que a Branagh no le ha interesado esto en esta ocasión, dándole prioridad a la luz, al optimismo, a la nostalgia y al amor que siente hacia su familia y a su natal Belfast. Es su mejor película en 25 años.