La locura del genio o de cómo Robert Schumann fue vencido por los demonios

 

Por Carla de Pedro

 

 

En su poemario “De cómo Robert Schumann fue vencido por los demonios” Francisco Hernández busca reconstruir ficticiamente la vida del músico alemán. En este hilo narrativo, se resalta la locura del músico, siendo los demonios de los que habla el título una metáfora relacionada con dicha locura. Quisiera abordar brevemente la imagen de la locura en el poemario.

Como sabemos, hay una amplia tradición literaria en torno al tema de la locura. Como señala Marc Lozano, en la Edad Media

a los locos casi todo el mundo los consideraba poseídos por el diablo o embrujados”.

De aquí viene la relación de los demonios con la locura. No obstante la idea de que la inspiración proviene de la locura, señala Lozano, es una idea que se desarrolla durante el romanticismo, movimiento al que pertenece Robert Schumann.

Hablaré un poco en torno a la teoría de los estadios en el camino de la vida planteados por Søren Kierkegaard, entre los cuales se encuentran el estadio ético, el estético y el religioso. Las personas que se encuentran en el estadio ético buscan bienes duraderos y estables y cumplen con sus deberes sociales, por ejemplo, cumplen adecuadamente con su papel como padres o esposos, basan el sentido de su vida en lo social. Quienes se encuentran en el estadio estético se dejan llevar por sus pasiones y basan el sentido de su vida en lo individual. Quienes se encuentran en el estadio religioso basan el sentido de su vida en Dios, lo que les permite vivir eternizando el instante equilibrando el lado finito y el lado infinito de su ser; este es el estadio más elevado y solo se logra dando un salto de fe.

Ahora bien, Kierkegaard piensa que un individuo estético tiene una mayor posibilidad de acceder al estadio religioso que uno ético, si concentra su desesperación y sus pasión en dar el salto de fe; pero si, por el contrario, este individuo no da ese salto entonces queda en la desesperación y cae en lo que el filósofo danés denomina “lo demoniaco”.

A este punto quería llegar, pues al decir que Robert Schumann fue vencido por los demonios, podemos relacionarlo claramente con los conceptos de Kierkegaard. Robert Schumann se nos presenta en el poemario como un individuo estético, pues Kierkegaard coloca aquí al artista y, como sabemos, Schumann trae la música en el alma desde niño:

 

“Te persiguen abejas por el campo. Corres, saltas, vibras, te lanzas al río y bajo el agua, escuchas por primera vez la música de tu alma”.

 

 

Por otra parte se nos muestra a un individuo que intenta ser ético mediante su relación con Clara:+

“El día de la boda amaneció frío y borrascoso.

 Sin embargo,

camino de la iglesia

desaparecieron los nubarrones

y el sol salió a relucir”

 

No obstante, no  logra conciliar su naturaleza estética con su deseo ético:

 

“¡No soy digno del amor de Clara!”.

 

Un individuo estético es más cercano a un don Juan que a un esposo, aunque su conquista sea la del arte. En su delirio, al no poder ser quien quisiera ser (definición dada por Kierkegaard a la desesperación), Robert Shumann es vencido por los demonios, es decir cae en lo demoniaco, en la locura.

 

 “Eras dos, Robert Schumann,

dos gemelos distintos

en un solo cerebro verdadero”.

 

Esos dos gemelos de los que habla Hernández son el lado ético y el estético del músico, dos lados que Schumann es incapaz de conciliar, el lado que quiere ser artista, el lado que quiere ser esposo:

 

“Uno quería que tu voz se callara dentro de un caramillo

y el otro que resonara dentro de una muchacha”.

 

No obstante, es precisamente esta locura, la locura que surge de la más profunda desesperación, la que lleva a Schumann a ser un genio:

 

“tú música,

que se desprende de los socavones de la demencia,

impulsa por mis venas sus alcoholes benéficos.”

 

“El pianista cubre de rosas el teclado.

No le importa el perfume. Lo hace por las espinas.”

 

Pese a la genialidad de la locura, ésta tiene un límite, es por eso que Schumann intenta suicidarse y termina internándose en un manicomio.  Ni un Nietzsche, ni una Virginia Woolf, ni siquiera un Schumann, pueden soportar a los demonios por demasiado tiempo.