Las lineas del desesperado «La complacencia»

 

Por Elbow Radourh

 

 

Cuando cerré la puerta, imagine todo un mundo de posibilidades, sueños inconclusos fueron aterrizando en mi mente, pendientes tenia bastantes, aunque la única opción real era no mirar hacia atrás, entender que a partir de ahora sería solamente mi soledad dentro del universo que había fabricado, nada del mundo real para evitar errores. Por cada paso que daba, mi mente flotaba más, sentir no era permitido, vagar, rodar, sin esperar nada de nadie, era la ilusión de este cuerpo deteriorado. Pensaba en que tuve el valor de tirar todo, para volver a comenzar sin algo en las manos, solamente una cantidad incrementada de preguntas, nula capacidad de conseguir respuestas y algún otro pensamiento mundano de sobrevivencia.

La primera hora me sentía un héroe tras combatir con todos mis villanos internos, un victorioso personaje temblando al fondo de su ser, con las ideas alborotadas, con los errores a tiro de piedra, rememorando aquello que me trajo hasta aquí, sin saber el futuro, estando cerca de nada, buscando alejarme de todo.

Llegada la noche, me incorpore del sofá que detenía las ansias con un libro de Ivan Turguenev, escuchaba cada latido del corazón, risueño al recordar lo vivido, nuevamente inhalé el poco viento que entraba por la ventana, sin darme cuenta, comenzó una lluvia, intensa, escalofriante, tronaba el cielo como si quisiera advertirme de lo que vendría. Durante más de tres horas solo contemple la lluvia desde adentro, aunque parecía un privilegio no obtuve resignación por ello, los truenos duraron poco más y caí dormido después de beberme la última botella de vodka guardada debajo del librero.

Ha culminado la primera semana, ¿Cómo me fue? yo diría que peor de lo que imagine, aunque mejor de lo que merezco, intentare ser más preciso, digo que peor, porque la vida es una sensación placentera mientras no la vives, cuando haces a tus sentidos consientes de tu existencia, lo cambia todo. Aunque al mismo tiempo diría que mejor, ya que la culpa suele cargarse en toneladas, y hoy la siento si acaso en gramos. Puede ser la vagancia que enaltecí, o quizá los años dormido ocupando solo un lugar en el espacio, sin embargo, estos días fui sorprendido por la enfermedad más incomprensible en la historia: la complacencia. Una sordera muda, apetecible, que te atrae para nada, te somete con nada y te mantiene a su lado solo en la nada, el mejor espejismo de todos, ser algo a tu gusto por decisión propia o por nula aspiración global, una monotonía aun peor de la que huía.

Cuando escapas de algo pare buscar un momento diferente hay tantas mentiras que se pronuncian, por lo que al menos aspiras a mejorar el ánimo, degradar la paranoia o a comulgar con otros seres dentro de lo sofocante que es el universo. Si no lo consigues, hay dos opciones: caer repitiendo el patrón, o permanecer donde llegaste sin que algo te lo pidiera, el aullido interno escuchado fue más contradictorio, menos sincero, una parsimonia ocultó mas de lo que podría ver. El paso del tiempo atestiguaba falacias intermitentes, me refugiaba en toda la obra de Thelonius Monk, era una manera de respirar eternamente, una dosis acrecentada de imperturbabilidad, recorrí cada estado de ánimo, afortunadamente llegue al mismo sin sabor el origen, seguí inmiscuido en un trance emocional.

 

«Debe tenerse al menos por una ociosidad del espíritu reflexivo, a quien una voluntad raquítica no fa mucho que hacer y que, por tanto se entretiene consigo mismo perdiéndose en la complacencia moral» Georg Hegel