Reseña de la película “Fue la mano de Dios” de Paolo Sorrentino    

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

“El cine no sirve para nada, pero al menos distrae de la realidad.”

 

Fue la mano de Dios la que salvó a Sorrentino en la década de los ochentas. El año de Maradona en el Nápoles. Sorrentino, fiel aficionado al fútbol y, sobretodo, a ese jugador argentino que había llegado a Italia a causar una explosión de furor en las calles por el ardor de la pasión del balón, y que, en el año de la mano en el gol, en los Olímpicos de México, fue el mismo en que el director italiano, más aclamado y premiado del momento, se salvó de morir. La razón: haber decidido ir aquella noche a ver jugar a su ídolo, mientras en su casa se desataba una fuga de monóxido de carbono que habría de terminar matando a sus padres.

Esta misma historia es la de la reciente película de Sorrentino. Autobiográfica. Un homenaje a aquel Dios que le salvó la vida. Un bello collage de imágenes sobre su infancia, de sus padres, y la típica familia mediterránea con los colores sonoros del jolgorio y los gritos. La fiesta de los italianos al celebrar con extrema emoción cualquier evento, por mínimo que parezca, como la presentación de la pareja de una de las tías que habían pensado quedaría soltera por siempre. La madre bromista y que no pudo escapar a la broma que a todos nos llega. Los primeros brotes del erotismo en la adolescencia, descubrir el placer: del cuerpo, las sensaciones. Las comidas al aire libre con los niños y los viejos, y lo que hay entre ellos. El mar, el fútbol. La magia, la locura, la inspiración. Y los inicios por una pasión que habría de ser todavía más grande que todas: el cine. El cine como escape, el cine como magia. Desde “Érase una vez en América” hasta los encuentros que tuvo Sorrentino cuando joven, o las referencias a quienes lo inspiraron, de los grandes del cine italiano como Fellini y Zeffirelli, podemos acercarnos y entenderlo, tocar la fibra más sensible del director.

“‘Fue la mano de Dios” fue ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia del año pasado. De nuevo contamos con el gran talento del actorazo Toni Servillo, además de las participaciones de Filippo Scotti y Teresa Saponangelo. El típico sello estético de Sorrentino se vuelve a ver reflejado en este filme, y aunque quizá no llegue a la altura de La gran belleza” o “Juventud, vuelve a cautivarnos, como hechizo lanzado por los juegos de luz y sonido, la dirección de cámaras, el guion simbólico y siempre referencial. Tal vez no quiso hacer uso de un exceso de recursos, como en sus anteriores obras, porque esta historia es la más personal del director. Es su historia. La historia que lo hundió, pero que también lo salvó de dos formas: sobrevivió, y descubrió el mundo del cine. Aquí descubrimos el momento justo en que decidió ser director. Para contar historias, emocionar, crear, cautivar. Para tener otra alternativa a la realidad, y entonces, así poder entrar en la belleza, atravesarla, tocarla, y dejarnos permanecer un rato allí, mientras afuera lo terrible pasa.