Reseña del libro “La oculta” de Héctor Abad Faciolince

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Ya lo había hecho con El olvido que seremos. Ahora, nuevamente, Héctor Abad Faciolince vuelve a cautivarme con su novela La oculta, y así es que logra ya posicionarse como uno de mis escritores favoritos del momento, sabiendo que también es de los contemporáneos más grandes de la literatura latinoamericana.

La nostalgia parece ser la tinta de la pluma de Faciolince. Siempre añorando algo: una persona, un pasado, una tierra. En esta novela hablamos de la tercera, la nostalgia por un lugar, en las montañas de Antioquía, cerca a Medellín y cerca al Cauca. La tierra que uno no logra desprenderse a pesar de transcurrir los años, pues ahí es en donde se fue niño, se creció y se conocieron los aspectos más grandes de la vida; los momentos que nos cambian y también aquellos que nos rompen. La tierra que no es un lugar, sino una extremidad nuestra, una partícula subyacente a nuestra alma y que la abraza como si fuera latente a sus venas. Así es como Faciolince habla de aquella finca de la que los protagonistas hablarán durante todas las páginas, con ese amor que le profesaron como si fuera la gran madre que se los dio todo, con una melancolía por las decisiones a las que se vieron obligados a tomar, el miedo pero también la aprehensión, esa finca que, en un lugar en donde llegó hace algún tiempo a existir “una fiebre inexplicable por las fincas”, tuvo su propia historia, que aunque similar a otras, resulta tan personal y única.

La historia comienza con la muerte de la madre de tres hermanos que los presionará a tener que tomar una decisión sobre qué hacer ahora con la finca. Y es así que, a tres voces, la narrativa nos lleva, con una dulce y exquisita prosa y como Faciolince sabe envolvernos, por viajes a través del pasado, la añoranza del presente, la incertidumbre del futuro que ha de llegar. Pilar, Antonio y Eva, cada uno a su manera recuerdaLa Oculta, todos extrañándola, pero una más temerosa también que los otros. Recuerdan sus días felices, los problemas que han tenido que enfrentar a causa de los guerrilleros que buscan atemorizarlos para adueñarse de todas esas tierras, expropiarlos con amenazas y secuestros, un conflicto armado típico de la cordillera por donde corren los ríos de sangre para dar al océano de la violencia. Se nos habla de la historia de la finca desde los antepasados judíos que llegaron migrando de tierras lejanas. Se nos habla de los años dorados de la niñez. Los primeros amores. Eva y sus rebeldías y el amor por su libertad; Pilar y su amor que le duró toda la vida. Antonio que vive en Estados Unidos casado con un hombre que allá conoció, pero que éste no logra entender del todo el amor, o la “obsesión” que siente por La Oculta, lo que representa, pero es que él solamente extraña Colombia, extraña su tierra, la familia, el amor de donde vino. El secuestro y la homofobia, pero también la descripción de parajes que somos capaces de vislumbrar y hasta de oler, gracias a la sublime descripción que hace el autor sobre aquel rincón que lo rodea un espesor de verde y de árboles frutales, la laguna en torno a la finca en donde han muerto ahogados multitud de personas, y las leyendas que giran en torno a ello, las voces que se siguen escuchando y que no podrán callarse: porque muchas son voces de lucha, de protesta, y otras, voces de amor, que regresan para decirnos lo que puede significar un lugar y las personas que forma parte de él

Esta ha sido una de las mejores novelas que he leído en muchos años. Narrativa impresionante, cargada de nostalgia por una tierra a la que se le recuerda como parte de uno: la infancia, los otros, la vida, la muerte, y los misterios que se esconden bajo historias. Historias de personas que sufren del recuerdo y la pérdida, el miedo a lo terrible y la tragedia, pero también de personas que han aprendido a amar, a consolarse y tener esperanza. La historia de una familia, una estirpe, de todo el legado de una cultura. Las pequeñas cosas son las grandes, las que nunca se olvidan, como los olores y las palabras y las cosas ocultas, entre las montañas.