Polvo cubriendo la oquedad del invierno

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

He estado disperso, naufragando entre suposiciones, «tal vez» y «qué dirán». Dragones bajo el mar emergen para hacer notar que hay una vida más allá que ésta, que no todo es lo que está sobre la superficie, que hay más. Y el agua de los ríos que baja de las montañas grita a través de los árboles y las piedras que todo está en constante movimiento. Las estaciones, que todo cambia.

Estoy enloqueciendo, tal vez. Muchos me lo dicen, yo me lo niego. Porque no hay otra cosa más ajena que los pensamientos de uno. Pensamos lo que nos hiere, y así, alejamos lo que forma parte de nuestra sangre y nuestra mugre. No somos materia, somos de los otros, con los otros. Entonces, si estoy enloqueciendo, tal vez el mundo también lo está. Y si permanezco quieto, la tierra se detiene para dar cabida, en torbellinos, a las ideas que revolotean como mariposas nocturnas que se estrellan contra los cristales de una casa deshabitada, derrumbándose con el paso del tiempo, mientras las cigarras chillan a lo perdido y a lo mundano.

No me doy cuenta de lo que sucede alrededor mío. No veo los hoyos en las banquetas, y caigo, nunca como los gatos. No miro al cruzar las calles, ni miro las grietas del techo cuando voy a dormir. He dejado de escuchar las conversaciones de los extraños y de los míos, para sólo hablar conmigo mismo, y discutir, repetirme todas las veces que pueda que estoy siendo un extraño para mí. Me desconozco, siento que me alejo de la cuna que me mecía, de la mujer de blanco que de niño oía, y de la tierra de mi jardín.

La piel de mi cuerpo se me está cayendo, tal vez sea que vaya a cambiar de forro, o tal vez que sólo se me está acabando el agua adentro. Me equivoco con las letras y los números, confundo los colores, y nada más no doy con la hora cuando me la piden. Empiezo a desconocer los rostros y voy perdiendo el nombre de todas las cosas. Olvidé la lista del mercado. Tardé en darme cuenta varios días de que habían cambiado el color de las paredes de mi casa. Se me han marchitado las flores.

Los ruidos de la ciudad me dicen que voy perdiendo la cordura. Tal vez se venga otro terremoto, a lo mejor otra pandemia. Todo puede suceder, pero mientras espero, nada sucede. Sólo esta lluvia que cala los huesos, el frío de la noche, y un calor insoportable que ha anunciado el final del invierno.

 

Pintura: The black square, Kazimir Malévich