Reseña de la película “C’mon C’mon” de Mike Mills

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Seguir adelante. De eso trata la vida. Avanzar, porque nunca nada de lo que uno planea sale como se quiere. Mejor abrirse las puertas del futuro al instante presente, y dejarse llevar. “C’mon, c’mon, c’mon, c’mon, c’mon, c’mon”. De las películas más bellas que he visto últimamente, dirigida por Mike Milles y protagonizada por un estupendo Joaquín Phoenix. Con una fotografía de lo más hermosa y dirigida a blanco y negro para demostrarnos que, al irnos haciendo adultos, muchas veces vamos perdiendo la percepción del color sobre las cosas.

Nos vamos olvidando de los recuerdos mientras crecemos, y muchos de ellos, los felices de la infancia, quedarán sepultados y no seremos capaces de traerlos al presente, décadas después. Iremos perdiendo a nuestro niño, el asombro por las cosas más sencillas que sentíamos cuando íbamos descubriendo el mundo y nos íbamos descubriendo a nosotros, porque de eso trata también el irse haciendo adulto: de conocerse (aunque sea la cosa más difícil aún a sabiendas de que para ello sólo basta con saber voltear a mirar atrás).

Al estilo de una “road movie”, y que nos recuerda a Alicia en las ciudades”, “París Texas” o “Luna de papel”, seguimos el recorrido de Johnny, locutor de radio, en la profunda relación que entabla con su sobrino de nueve años, Jesse. Dos hombres que han sufrido cada uno a su manera, uno por los problemas que han ido destruyendo a su familia, y el pequeño por la situación que concierne a sus padres. Al paralelo, se nos muestra el documental, en formato del mismo estilo y que parece real, en que Johnny trabaja y entrevista a niños de distintas ciudades cuestionándolos sobre el futuro del mundo, el presente, sus sueños y miedos, lo que piensan acerca de los adultos, la vida y la muerte. Un hermoso ensayo audiovisual que va de la mano con la historia del hombre y el niño que conversan sobre las simples cosas y también aquellas que no tienen respuesta.

El padre de Jesse sufre de trastornos mentales y es ingresado nuevamente a una clínica para lograr estabilizarlo, mientras su esposa, la hermana de Johny (Gaby Hoffmann), se encuentra enfrascada en una desesperación al no saber si hay una salida, al ser la responsable del hogar, de Jesse, se siente derrumbada. Johny la apoya haciéndose cargo de él durante unos días, y así comienzan una relación que derivaría a ser casi la de una amistad y en donde el adulto se ve en el niño, y el niño refleja sus miedos en los sentimientos y en la personalidad del tío.

Vemos a un niño que lo cuestiona todo, y al que el tío le lee “El mago de Oz, aquel cuento que trata sobre volver al hogar, regresar. También otro cuento, “Star Child” de Claire Nivola, aparece como ejercicio para entender el eje por el que gira la idea del filme, una historia sobre un niño-estrella que está por nacer en la tierra como niño-humano, y se le dan instrucciones de cómo vivir, las cosas que encontrará aquí abajo como los colores, las sensaciones y los sonidos, advirtiéndole también de que todo siempre se encontrará en movimiento, mientras intenta irlo descifrando todo. Así, Jesse parece ser ese niño-estrella que intenta capturar los sonidos de todas las ciudades que va visitando de la mano de su tío: el ruido de los automóviles, el caminar de la gente, los trenes, el viento, las olas del mar, los murmullos, las voces, las palabras. Las palabras siguen corriendo de las respuestas que van dando los niños para el trabajo que hace Johny. ¿Qué quieres ser de grande? ¿Qué cambiarías del mundo? ¿Cómo ves el planeta en unos años? Si tuvieras un superpoder, ¿cuál elegirías? ¿Cómo describirías a los adultos? (como gente que solamente persigue el dinero, lo material, y se pierde). Y es que eso sucede, uno va perdiendo la esencia de todo, la belleza en las simples cosas, los recuerdos de niño, y que Johny le asegura a Jesse él también olvidará, y sólo tendrá recuerdos borrosos de este viaje, pero él se aferrar a que no, y se enoja, insiste en que no será así. “Yo te ayudaré a recordarlo”, le promete después Johny, porque ha comprendido que la moraleja de Dorothy, o del niño-estrella, es que nunca hay que olvidar de dónde venimos, eso nos ayudará a entender quiénes somos.

«C’mon C’mon« es una película que todos tenemos que ver. Una tesis que nos hará recordar la de “El Principito”, que nos permite entender que conforme vamos creciendo perdemos el asombro a la vida. Nos recuerda la nobleza, la bondad, que todo es capaz de sanar. Retrocedemos para recordar la dulzura de los niños al escuchar las respuestas acerca de lo que piensan y de cómo ven el mundo, de cómo nos ven. Se agradecen este tipo de historias que nos hacen reflexionar que, de vez en cuando, deberíamos mirar el mundo y la vida como ajenos a todo, como si fuéramos de afuera, un niño-estrella viendo la belleza en las plantas, en los colores, en las sensaciones, en los otros. No olvidar de dónde venimos, tener presente que nos iremos. Y que cuando llegue el momento, nos hayamos ido sabiendo quiénes somos, reconciliados, y que hayamos disfrutado tanto que nos cueste decirle “adiós” a este mundo extrañamente bello.