De la historia a la memoria colectiva: un acercamiento a Antígona González de Sara Uribe

 

Por Carla de Pedro

 

 

Somos lo que deshabita desde la memoria. Tropel.

Estampida. Inmersión. Diáspora. Un agujero en el
bolsillo. Un fantasma que se niega a abandonarte.
Nosotros somos esa invasión. Un cuerpo hecho de
murmullos. Un cuerpo que no aparece, que nadie
quiere nombrar.

Aquí todos somos limbo

Sara Uribe, Antígona González

 

Dice Jörn Rüsen que la historia sirve para interpretar, para dotar de sentido, para explicarnos a nosotros mismos lo que hemos vivido. Pero hay sucesos tan terribles que sencillamente no tienen sentido, es como mirar los huesos de tu hermano, de tu hijo, de tu padre, desperdigados por el suelo e intentar darles forma, ¿esos fragmentos son acaso una persona a la que alguna vez se amó?, ¿cómo se dota de cuerpo lo que es solo pedacitos?, ¿cómo se explica el terror de una experiencia traumática. La historia, expone Rüsen, no alcanza para cerrar esas heridas.

En un contexto de violencia constante que se incrementó con la autodenominada «guerra contra el narco» durante el sexenio de Felipe Calderón, periodo durante el cual, como señala Cristina Rivera Garza, murieron «entre 60 y 80 mil ciudadanos en circunstancias de violencia extrema«, surge una Antígona que busca a Tadeo, su hermano desaparecido, un hermano con el que solía jugar de niña en el río y que ahora es solo un cuerpo ausente, un terrible vacío.

Al igual que la de Sófocles, esta Antígona quiere enterrar a su hermano para poder vivir su duelo, al igual que aquella, esta Antígona se enfrenta a quienes no quieren nombrar a su hermano, a quienes quieren olvidarlo, omitirlo, como si nunca hubiese existido. Esta Antígona, como la protagonista de la película La muerte y la doncella, no busca venganza sino reconocimiento, busca que su hermano no desaparezca entre los cuerpos anónimos de una tumba clandestina.

Pero ella no es la única, hay muchas Antígonas, aquí en México ahora, pero también allá, durante las dictaduras militares en Sudamérica, y en todos aquellos tiempos y espacios en los que una madre, una hermana, una esposa, ha perdido a alguien amado a causa de la violencia social.

 

Antígona González es un libro colectivo que recupera las voces de todas aquellas que «no querían ser una Antígona, pero les tocó». A su vez es un libro fragmentario que retrata la ruptura de los que buscan, la ruptura de una sociedad en las que «nos faltan muchos», el sinsentido de los huesos desperdigados, de intentar «identificar lo amado en la materia informe». Es un libro que habla de los vacíos: el vacío de los que faltan en las calles, pero también en el estómago:

«me voy con el estómago vacío a trabajar y mientras conduzco pienso en todos los huecos, en todas las ausencias que nadie nota y están ahí».

 

En oposición a la historia que intenta organizar racionalmente, explicar y dotar de sentido, Sara Uribe nos presenta la fragmentación, el vacío, el sinsentido en este libro que retrata una memoria colectiva, porque hay experiencias que solo pueden comunicarse de forma indirecta y a través de una dialéctica negativa,  como diría Kierkegaard.

Escrito como obra de teatro, Antígona González puede leerse también como un poemario o como un testimonio, como un collage del dolor que la humanidad arrastra y que hoy en día se manifiesta claramente en nuestro país, pero que existe en todos lados y es por este motivo que se trata de un libro universal y subjetivo, como debe ser el arte para poder ser comprendido.

En oposición, pues,  a la historia, Sara Uribe ofrece la literatura; en oposición a lo objetivo, ofrece la subjetividad colectiva; en oposición a lo presente, lo ausente; en oposición a lo unido, lo fragmentario; en oposición a lo racional, el sin sentido del sufrimiento.

No obstante, esta Antígona tiene una esperanza: la esperanza de nombrar, de dar voz, de no olvidar, de reconocer a aquellos que han desaparecido y que no son solo cuerpos amontonados en una fosa común, son personas reales: padres, madres, hijas, hermanos, esposas, son un vacío muy grande en nuestro mundo y en nuestro corazón.