Por: Josselin Chavez

 

Entre demonios, locos, enemigos terribles y presencias perturbadoras, entre abismos repulsivos y deformidades que rozan lo sublime, navegando entre freaks y fantasmas ¡Qué hermosa es la fealdad!

Decir belleza y fealdad son conceptos que indudablemente son relacionados con la época y con las culturas, siempre se ha definidos en relación con un modelo estable.

En lo bello el hombre se pone a si mismo como medida de la perfección y se adora en ellos, considera bellos todo aquello que le devuelve a su imagen. Lo feo se entiende como señal y síntoma de degeneración ¿a quién odia el hombre? Sin duda a la decadencia de su tipo.

No se tolera a una mujer u hombre porque sea morena, chaparro, gordo, bizca, con acné… no se tolera porque se ha creado un modelo de hombre, en el cual no todos encajan, incluso se tacha de malos, de algo a lo que se le tiene un disgusto formal, mas que formal, un disgusto orgánico, porque el mal es el que se tiene que explicar (no se cuestiona el bien) y el mal se alimenta de la ignorancia y entre complejos absurdos esta la negación del ser que opaca la voluntad del hombre en su pulsación al conocimiento.

Incluso lo feo puede llegar a “abyecto” por olor, consistencia y “fuera” de lo orgánico-aceptable de hombre: pedos, eructos de sabores, vómitos, excremento, mocos, sangre de las mujeres en su periodo, pus, hongos en la comida, granos, saliva en las comisuras de la boca…

 

El pedo del rústico

Rutebeuf (siglo XIII)

 

Que no quiera jamás Jesucristo que el rústico halle hospitalidad junto al hijo de Santa María (…) Estos no pueden alzanzar el Paraíso con dinero u otra cosa, y del infierno están también privados, que los diablos están con ellos disgustados (…) Un día el rustico cayo enfermo, y el Infierno estaban todos preparados para recibir su alma. Os lo digo con toda certeza. Un diablo llegó junto a él para llevárselo, como era su derecho, y enseguida le cuelga del culo un saco de cuero, porque creía firmemente que allí se escapaba el alma. Pero aquella noche el rústico para sanar, se había tomado una poción, ya que había comido tanto cerdo con ajo y tanto caldo graso y espeso que le barriga no estaba blanda, sino tensa como a cuerda de un citara. No hay duda que va a morir, pero si consigue hacer un pedo, senará. Con este objeto se fatiga mucho, y se dedica a ello con todas sus fuerzas, y tanto se ingenia y se empeña, tanto se vuelve y se revuelve, que suelta un pedo con gran estruendo, llena el saco y el otro lo ata, que el diablo a modo de penitencia le había pisoteado la barriga; y con razón se dice en el proverbio “el mucho apretar hace cagar”.