Víctor Daniel López  < VDL >

Desde comienzos de enero se ha estado presentando en el Centro Cultural del Bosque (Teatro Julio Castillo) la obra “Las preciosas ridículas” de Molière (comedia en un acto estrenada por vez primera en el París de 1659), respetando los cánones principales de la época, bajo una excelente adaptación de Octavio Michel y a cargo de la Compañía Nacional de Teatro. Se cuentan con las actuaciones de Misha Arias de la Cantolla, Rodrigo Alonso, Fernando Bueno, Karla Camarillo, Ana Ligia García, Marco Antonio García, Jorge León, Carlos Ordoñez, Cecilia Ramírez Romo y David Lynn. Y así es como “Las preciosas ridículasresulta una gran oportunidad para acercarse a la comedia francesa de hace más de tres siglos, y vivirla tal cual era representada en esos tiempos. Y yo, no solamente por considerarme un apasionado de la cultura francesa, puedo decir, con gran sinceridad, que hace mucho no veía una puesta en escena tan excelente como ésta.

Desde el momento en que uno entra al vestíbulo, nos recibe un hombre como sacado de la corte de Luis XlV, tocando bellas melodías en clarinete. La gente le aplaude. Después, nos invita a pasar a la sala a tomar nuestros asientos, mientras se le ve desfilando entre ellos con la música aun haciéndola sonar. La escenografía y utilería, aunque sencilla, pero bien lograda, te transporta inmediatamente al siglo XVII en Francia, y al empezar la obra, conforme van haciendo su aparición cada uno de los personajes, con vestuarios, maquillaje y peluquería totalmente realistas de acorde a la época, se impregna totalmente en el aire el ambiente rococó. “Las preciosas ridículas” resulta ser una obra que se burla de la superficialidad y plasticidad de las personas de clases sociales altas, que andan en búsqueda de matrimonios que únicamente les otorguen mayor imagen y status. La hija de un burgués y su prima recién acaban de llegar a París en busca de maridos, cuando reciben la visita de dos hombres que se hacen pasar por condes importantes y hacen todo porque les crean y se enamoren de ellos. La obra muestra, con una sátira fina, ese interés que hay más allá de los verdaderos sentimientos, es decir, el interés superfluo y materialista, hueco y vacío, de aquellas dos mujeres que terminan por ser engañadas por los hombres que no resultan ser más que los criados de los condes reales, poseyendo meramente una personalidad bufonesca y tonta. La obra termina por ser una burla preciosa, y no solamente hacia las ridículas que se nos muestran, sino hacia la burguesía y la propia sociedad, que la mayoría de las veces se deja seducir por las falsas apariencias y lo que carece de esencia, de virtud, de valores y de verdadera belleza e inteligencia.

“Así es el mundo: la menor desgracia hace que nos desprecien aquellos que nos querían. Vamos, camarada; vamos a buscar fortuna a otra parte; bien veo que aquí no se ama más que la vana apariencia, y que no se considera nada a la virtud totalmente desnuda”, dice uno al ser despreciado cuando se le ve descubierto y, por lo tanto, menospreciando, su verdadero rol en la vida.

Las actuaciones son solemnes, cada uno de los intérpretes logra dominar con suma delicadeza el estilo ecléctico del movimiento que requiere este tipo de obras de época, mezclando el barroco con el neoclásico, para lograr una comedia sutil y refinada. Se alcanza con genialidad la expresión corporal, de gestos y coreografía, gracias a la dirección de Ruby Tagle. El diseño de vestuario estuvo a cargo de Libertad Mardel, la escenografía de David Molina, la iluminación por Patricia Gutiérrez y el maquillaje bajo Maricela Estrada.