La ópera regresa al MET, Boris Godunov

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Después de dieciocho meses de estar el telón bajado, The Metropolitan Opera de Nueva York abre las puertas para volver a dejar entrar la luz, la música, el teatro, la danza y el arte dramático al escenario. El arte comienza a regresar para los que ha resultado nuestra fuente más esperanzadora en estos tiempos sombríos. El arte que siempre nos rescata y nos acompaña en los peores momentos (del individuo y de la sociedad). El sector cultural fue de los más castigados durante la pandemia. Los teatros cerraron. Los cines. Las casas de ópera. No tuvieron ingresos y los mecenas, inversores, empresas patrocinadoras y gobiernos fue lo que menos apoyaron durante este enclaustramiento. El MET tuvo su crisis y Peter Gelb fue severamente castigado al detener la paga a los músicos y todo el staff de la mayor casa de ópera de Estados Unidos. Pero ahora la pausa ha terminado. Y al fin el tan querido MET, con sus producciones esplendorosas y caracterizadas por traer a los mejores cantantes y directores del mundo, ha regresado.

La temporada 2021-2022 ha arrancado, y con ella, vuelven también las transmisiones en vivo, vía satelital y en HD, a varias partes del mundo. Boris Godunov fue la ópera elegida para el regreso, misma que también inauguró dichas transmisiones. Tal vez un discurso con mensajes ocultos entre líneas para la situación actual, tal vez pura coincidencia. Pues esta es una de las obras más políticas que pueda haber en todo el repertorio operístico. Con una producción de Stephen Wadsworth, conforma el elenco el gran bajo René Pape, los tenores David Butt Philip y Maxim Paster, entre otros cantantes. Para la transmisión que se llevó a cabo en Ciudad de México en el Auditorio Nacional (precursor en el país de esta alianza con el MET), se tuvo la sorpresa de contar con Gerardo Kleinburg para la charla introductoria en el Lunario.Es una de mis cinco óperas favoritas de la vida”, dijo el ex director de la Ópera de Bellas Artes y fundador del proyecto actualmente “Hablemos de Ópera”.

Gerardo platicó del impacto que ha tenido la ópera de Mussorgsky en su vida y del porqué la considera una de las más grandes jamás compuesta. El regreso a los orígenes. “Retorna a lo antiguo y serás moderno”, dijo Verdi. La falta de arias y coloratura, y esa línea melódica casi extraída para quedarnos sólo con un recitativo que, si prestamos atención, según Kleinburg, es la textura cántica del propio idioma ruso hablado. Porque, al igual que el francés, éste puede tener también su toque romántico. Gerardo narró la primera vez que vio la ópera en Salzburgo en su versión primera y original, antes de que sufriera todos los cambios que le harían posteriores compositores, e incluso el propio Mussorgsky, en un intento por volverla más accesible y que complaciera los estándares operísticos italianos. “Le hace falta una aria”, “le hace falta una soprano”, “la hace falta una historia de amor”, fueron los comentarios posteriores al presentar el compositor su ópera y sufrir del rechazo. Entonces, las inicialmente siete escenas tuvo que recortarlas, así como cambiar y adicionar los elementos que tanto le solicitaban. Después vinieron los cambios de otras manos, todos metiendo sus pinceladas para terminar siendo Boris algo un poco alejado de lo que se supone a Mussorgsjy le hubiera gustado ver. Las versiones de Kórsakov y Shostakóvich fueron las más reconocidas, incluso más la del primer compositor, que es la actualmente más representada.

Boris Godunov, “el primer zar de Rusia electo democráticamente” después del reinado de Iván el Terrible. Es en esta pieza dramática, y que pudiera presentarnos a un personaje totalmente Shakesperiano, comparado tal vez con el Rey Lear, que veremos la verdad oculta en el desarrollo y trama de esta historia que no trata de otra cosa más que del poder. La ambición, el engaño. La manipulación. Una sociedad que “le pide a Boris que él sea quien los lidere”. Boris ascendiendo al trono en un estado sumamente melancólico debido a la culpa con que carga dentro. La planificación previa. El asesinato del príncipe Dimitri Ivánovich, quien se suponía era el heredero legítimo, sucesor de Iván. La sospecha hacia Boris de todo un plan maquiavélico detrás y la caída de un imperio que Boris no alcanzó ni a formar. Rusia viviendo los tiempos más difíciles, ese oscuro siglo XVI que sólo traía más hambre y pobreza, confusión social y sin una dirección a seguir. La sociedad, enfurecida, exigiéndole al zar Boris que les devuelva su Rusia, se mueren de hambre, que se haga responsable de la muerte de Dimitri. Y a la vez, un falso Dimitri que regresa, “nunca muerto”, para exigir la toma de su poder. Toda la turbulencia política, recuerda Gerardo Kleinburg aquella ocasión en que llegó a Salzburgo para ver la ópera con la Filarmónica de Berlín dirigida por Claudio Abbado, le presentaba a sus oídos y ojos el mismo escenario que justo había dejado en México en un año política y socialmente tan difícil para el país: 1994. Los hechos representados en Boris Godunov se le asemejaron a la situación, causas y consecuencias derivadas del asesinato de Colosio. Una leyenda con tantos puntos de vista, tantas opiniones sobre el tema, mitos que se crearon en torno a él, una disrupción que, se quiera o no, cambió el futuro del país para sumergirla en lo que serían los peores años y de las peores crisis para México.

Es, por tanto, Boris Godunov una ópera que sigue estando hoy en todas partes del mundo. En el poder de los estados, las historias que nos cuentan y las historias que queremos creernos. También la fragilidad del ser humano ante el poder y la ambición. Las emociones llevadas al borde del arrepentimiento y en donde también el propio Boris sufre, como todos sufrimos, porque también es humano, y tiene un hijo. No por nada la escena más grande y emotiva es el discurso que tiene Boris, justo cuando está muriendo, con su hijo, en donde le da una serie de consejos para gobernar y que así de esa manera no termine como él (tal vez una sutil imagen autobiográfica del propio Mussorgsky al final de sus días, destruido por el alcohol y tirado sobre la calle sin nada):

Cuida estrictamente de la justicia del pueblo / Sé imparcial / Guarda como un guerrero la verdadera fe / Reverencia a los santos de Dios / Y, sobre todo, cuida de tu hermana.

Con esas lecciones termina la vida de Boris, y el final, bueno, hay dos opciones dependiendo de la versión que se vea (en esta primera transmisión se contó con la representación, pocas veces presentada, de la versión original del compositor que perteneció al grupo de los cinco de Rusia, pero que siempre fue rebelde, yendo en contra de las reglas y la gente, un “genio que compuso óperas”, como afirma Kleinburg. Independientemente, sabemos el final que le deparó a Rusia, una época aún más turbulenta y llena de confusión, que fue a parar con la llegada al poder de Miguel Fiódorovich, dando inicio así a la última dinastía que habría de liderar al país: la de los Románov.

Así, Boris Godunov, nos da un fantástico inicio de la presente temporada del MET. De aquí a junio podremos disfrutar de grandes títulos, incluso para los que estamos en otros países, con las transmisiones en vivo. En los siguientes meses se vendrán EurydiceCinderellaRigolettoAriadna de NaxosDon CarlosTurandotLucia di LammermoorHamlet y el estreno (próximamente en octubre 23) de una nueva ópera: Fire Shut Up in My Bones de Terence Blanchard, con toques de jazz, blues, folk y góspel.

La ópera ya ha regresado, y así como el arte nos ha acompañado en los peores momentos de nuestra vida, dándonos esperanza y consuelo, es momento de nosotros regresarle aunque sea una pequeña parte de lo que nos ha dado. Ahora queda en nosotros salvar a la ópera.