Hikuri, una crítica a la modernidad de José Vicente Anaya

 

Por Carla de Pedro

 

 

La Razón por callejones sin salida

repartiendo manuales

a borrachos zarandeados de frío

Los Estados en un cuarto de tenebras jugando al pókar

La Estupidez en un trono de espuma consistente

La Ciencia con gafas negras sobre un LTD negro

regalando autógrafos

La Justicia chalaneando en la subasta del año

La Conciencia petrificada ante un televisor

El Trabajo graznando en las cabezas de todos.

Como se observa, aparece una crítica a los Grandes Relatos de la modernidad (como los denoma Lyotard). Primeramente nos habla de la Razón (con mayúsculas) como un callejón sin salida, en oposición a la idea de que esta habría de permitir la emancipación del ser humano.

La consolidación conceptual del Estado deviene de la filosofía hegeliana, en la que se consideraba al Estado como “la unificación de la voluntad general y de la voluntad subjetiva”, es decir que éste era clasificado como el espacio en que se desarrollan los individuos en conjunto con la sociedad, puesto que “la esencia del Estado es la vida moral”, por lo que toda acción del Estado sería moral y su fin sería el desarrollo óptimo de la sociedad y de cada uno de sus miembros; no obstante, José Vicente Anaya, nos presenta a estos Estados que juegan al pókar, que firman tratados, que aprueban leyes, que hacen negocios siempre en un juego personal alejado de la voluntad de la sociedad y apostando la vida de sus ciudadanos.

La Estupidez es el resultado de un mundo dominado por esta serie de ideas, un mundo en el que la Ciencia se alza como una estrella de rock, como el espacio de la verdad indudable y venerada, una verdad que se opone a la verdad trascendental de experiencias místicas como la del hikuri. La Ciencia es un espacio donde no caben otras verdades.

La Justicia, cuyo padre, el Derecho, habría de surgir a partir de las relaciones mediadadas por una ley que protege a sus ciudadano en realidad no hace más que inclinar la balanza hacia el mejor postor, entregarse en subasta al poderoso.

Hay en el poema una crítica a la enajenación de la Conciencia del individuo, quién es incapaz de darse cuenta, incapaz de ser libre de todos estas preconcepciones impuestas: la Ciencia, la Razón, el Estado. Una de las causas de la enajenación son los medios de comunicación que se alinean con la ideología dominante permitiendo el control de los individuos.

El Trabajo aparece como ese otro espacio de dominación, a partir del cual se controla a los obreros, quienes viven en la esclavitud del capitalismo y piensan ingenuamente que el trabajo los hace libres y dignos.

En contraste con estas falacias, José Vicente Anaya opone el espacio del rito que permite acceder a otro conocimiento, opone la voz de los raramuris como una concepción más amplia de la realidad, como un espacio que permite el reencuentro con la subjetividad y lo absoluto.