Por Erick Gálvez Ayala.                                 

Las razones por las que una persona es fan de Fernando Rivera Calderón son variadas, puede que admires su estilo romántico depresivo con el que da voz a Monocordio, o puede que te encante su capacidad de improvisar en aquel programa radiofónica de nombre «el weso«, también cabe la posibilidad que uno disfrute de sus columnas en diferentes medios donde describe y entiende perfectamente la idiosincrasia del mexicano. En mi caso la admiración por este egresado de la UAM Xochimilco son todas las anteriores, es que Fernando puede ser tan sensiblemente cómico, tan sarcásticamente crítico, tan indignamente soñador.

Lo anterior se muestra con la última de sus obras literarias, el libro de poemas «Llegamos tarde a todo» una colección de líneas que describen una sensación de desagrado por ser parte de algo que ya está hecho, por confirmar un universo que tiene incógnitas infinitas que sólo se han acrecentado con el paso del tiempo. Un libro que se basa justamente en el tiempo para representar universos trascendentes dentro de la insignificancia, que añora por sobre todas las cosas, que pide, que destroza, que reclama, que sanciona, que aclara. Donde se une el humor con la ironía, la verdad y las mentiras de la vida, hace trasladarnos a un paisaje de soledad que afronta sus conflictos, aunque asume responsabilidades de manera resignada no esquiva que todas esas razones le hacen ser lo que es.

Fernando revitaliza su lenguaje en cada poema, desde el hartazgo del poema homónimo al libro «Llegamos tarde a todo» hasta la ironía de «Vaca mirando un bistec«, enorgullecidos los desafortunados nos sentimos cuando leemos «Los que sobran«, nos recuerda la poca importancia del ser supremo en «Pérdida total«, por si fuera poco nos impacta con un poema que parece de amor, aunque termina siendo de despedida, de un rabioso rompimiento en «El hubiera«.

Un trabajo ampliamente recomendable a pesar de ese homenaje a Juan Gabriel que pareciera salir de contexto, pero que embona por la gracia del autor. Si eres un inconforme natural o un lector de nuestra cultura Mexicana debes de comprarlo y tenerlo cerca. Este es un paso más del buen Rivera Calderón hacia el camino del poeta, ese que busca pensando jamás encontrar.

Amen por el Fer.                                   

 

  «Ni me descifro, ni me resuelvo, ni me reciclo, ni me disuelvo» – Ni fu ni fa.