Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

Un director tiene una infinidad de tareas dentro de un proyecto cinematográfico, además de llevar todo el control creativo, a la hora de filmar se encarga de la supervisión de los encuadres y movimientos de la cámara, busca darle una atmósfera a su película y dotar de una narración eficaz a la historia que se está contando. Otra de sus actividades es por supuesto la dirección de actores, conseguir que estos hagan lo que el cineasta pretende para la proyección en pantalla, en este apartado quizá no ha habido uno más grande que el gran Joseph L. Mankiewicz.

Esto último no quiere decir que Mankiewicz no destacara en otros rubros, por el contrario se trata de uno de los cineastas más perfeccionistas de la era dorada de Hollywood, además que el escribía todos los guiones, incluso al inicio de su carrera hubo productores que no confiaron en él, pues su deseo era poder dirigir sus propios guiones, algo que le costó mucho trabajo conseguir.
Como narrador ha sido uno de los mejores en esta liga, de los pocos que en esa época supieron utilizar con eficacia y perfección el flashback inventado por Orson Welles, además manejaba la voz en off con mucha sabiduría y talento, todo esto dotaba a sus películas de gran dinamismo en la historia.

Pocos como él han logrado trasladar el teatro al cine sin eliminar la esencia de este último, capaz de adaptar a Anthony Shaffer, Tennessee Williams hasta Shakespeare, además que se trataba de un gran retratista del teatro, no por nada realizo la que es considerada la mejor película ambientada en el mundo de este arte de la cual hablaremos más adelante.

Hablar de los intérpretes que tuvo a su cargo siempre será quedarse corto. Marlon Brando, Bette Davis, Katherine Hepburn, Elizabeth Taylor, James Mason, George Sanders, Michael Caine, Laurence Olivier por nombrar algunos de los que tuvo e hizo que nos regalaran interpretaciones legendarias, eso no es lo asombroso, sino que actores más comunes, secundarios o no de tanto renombre estuvieran a su altura de estos gigantes y que fueran capaces de sostener un duelo interpretativo con cualquiera de ellos, formando de esta manera castings que rayaban la perfección, haciendo actuar al más limitado de sus actores a su máximo nivel.

Uno de los grandes del cine clásico no solo americano sino mundial, un cineasta titánico que creo innumerables joyas cinematográficas donde el guion, la narración y las interpretaciones se elevaban hasta los cielos, todo cortesía de este genio llamado Joseph L. Mankiewicz.

«Los nuevos directores han cometido un grave error al aprender a hacer cine en escuelas y universidades. Que se cultiven, que lean, que aprendan de Shakespeare, de Molière o de Cervantes, que han sido formidables guionistas”.- Joseph L. Mankiewicz.

3 películas para recomendar

El fantasma y la señora Muir. Un filme único que combina a la perfección los géneros romántico, comedia y fantástico con mucha inteligencia y frescura. Maravillosa la banda sonora de Bernard Hermann y las poderosas imágenes de Charles Lang Jr. Se combinan para regalarnos un tesoro de filme que te deja sonriendo y pensando al final. Rex Harrison es un roba escenas total.

Eva al desnudo. El cine clásico americano encuentra una de sus cimas, una perfección irrepetible en el mejor retrato que jamás se haya hecho sobre el mundo del teatro. El guion es algo milagroso en todas sus facetas, los momentos, los personajes, los diálogos, la progresión dramática, todo es de una sofisticación y excelencia pocas veces vista en pantalla. Cierra el círculo el mejor casting que un servidor haya visto en escena, Davis, Baxter, Sanders, Holm, Marlowe, Ritter, absolutamente todos están soberbios.

La Huella. Tremendo thriller con tintes de comedia que atrapa al espectador desde su inicio hasta el final, todo gracias a un guion maravilloso que se eleva cada vez más para volverse inolvidable. Mención aparte lo que hacen Olivier y Caine, un duelo interpretativo gigantesco, explosivo, estos dos titanes demuestran lo que es actuar en verdad. Se trata del último filme de Mankiewicz que firmaba con esta obra maestra su despedida del cine.