Por Daniel Hernández García

 

La luna se reflejaba en su rostro hasta la infinitud,

la luna le daba un nuevo contorno a su cuerpo,

lo acercaba a la percepción de la ilusión,

me dijo un hombre: “su mujer lo está esperando,

se encuentra a lado las estrellas

jugando con los destellos y metales”;

le daba nuevas formas a mi felicidad.

 

Me deslice hasta acercarme a ella,

esperaba poder entrar en su imaginación

transformados en esferas luminosas y jugar en la oscuridad.

 

Me atrapo en su mirada y antes de darme cuenta

me encontraba en sus brazos,

mecido por su calor, las luces entraban por la ventana

las estrellas eran lejanas arañas desde nuestro hotel,

la habitación rebotaba con nuestro latidos,

boom boom, latían nuestros corazones,

se proyectaban nuestras miradas en las paredes,

cada segundo se convirtió en un abanico en la memoria.

 

Un vaso cayó al suelo rompiendo la ilusión,

le dije: la Luna eres tú, no lo había notado pero así fue,

la luna había bajado a jugar conmigo.

 

Las idas de los hombres revolucionaban en mi cabeza,

sacudí mis ojos y no ya no estaba

aún tengo duda su dualidad Lunar.