Por: Daniel Hernández García.

 

La escena se desvanece

en tus pliegues,

aberturas en tus poros

color platino.

 

A lo lejos se celebra un funeral,

el montaje sigue de pie

con luces más hermosas.

 

Del roce de tu piel

nacen preciosos diamantes,

píldoras que damos

a los niños para dejar de soñar.

 

Recuestas tu cabeza en mi hombro,

mencionas mi nombre más de una vez,

el consuelo es algo que no puedo dar.

 

Racistas ven televisión

y se aborrecen cada vez más,

disparos a la multitud desde un balcón,

zapatos manchados de rojo.

 

Tu imagen desnuda

al centro de la ciudad

da la bienvenida a extraños

y nuevos miembros.

 

Es una suerte tenerte aquí

frente a anuncios de Coca-Cola

que filtran en nuestras pupilas

el mensaje.

 

Abres tu sexo

para el descanso de mi alma

y me devuelves como recién nacido

a la sorpresa de la realidad.

Envueltos en tus piernas

sabremos llegar a la guerra.