Víctor Daniel López  < VDL >

En el marco del centenario del nacimiento de Juan José Arreola, se han realizado numerosos eventos y ceremonias conmemorativas, así como también varias editoriales han lanzado muchas reediciones especiales de sus libros. No es la excepción con “Punta de Plata”, el famoso y grandioso bestiario que el autor escribió en el año de 1958, y que ahora vuelve a resaltar su brillantez por parte de Editorial Planeta, bajo el sello Joaquín Mortiz, en una muy bonita edición, que bien podría ser de colección. Además, también saldrá a la venta la reedición de una caja conmemorativa con las obras “Varia invención”, “Palindroma”, “Bestiario”, “La feria” y “Confabulario”, incluyendo la firma y fotografía del autor.

Punta de Plata” representa una de las obras imprescindibles de Arreola y cuya prosa ha sido considerada como una de las más exquisitas dentro de toda la literatura mexicana. Esta nueva edición incluye un postfacio brillante de José Emilio Pacheco, en el que relata la dificultad del proceso de inicio de creación de la obra que tuvo Arreola, cuando se vio sumido por largas semanas en un “writer´s block” al presionarse por tener que cumplir con el plazo de entrega de una obra planteada en base a unas ilustraciones del gran dibujante Héctor Xavier, a petición de Henrique González Casanova, entonces Director de Publicaciones de la UNAM. Arreola pasaba semanas sin sentarse a escribir, perdiendo el tiempo, bloqueado por completo. –Me parece que el bloqueo es una situación infernal, el precio que pagamos por habernos dedicado a escribir, y no me atrevo a censurar a nadie que se encuentre en esas arenas movedizas– escribió Emilio Pacheco, pues estaba siendo espectador de aquel suceso, porque para entonces ya formaba parte del círculo literario del escritor jalisciense. Y no fue sino hasta que José Emilio, poco antes de cumplirse la fecha, lo obligó a sentarse y le ordenó que comenzara a dictarle. – ¿Por cuál empiezo?– preguntó Arreola. –Por la cebra– contestó el otro. Y de pronto, como si por arte de magia sucediera, se abrieron sus labios y de ellos salieron las primeras líneas “La cebra toma en serio su vistosa apariencia y al saberse rayada, se entigrece. Presa de su enrejado lustroso, vive en la cautividad galopante de una libertad mal entendida”. Emilio iba copiando, Arreola siguió con cada uno de los animales, Emilio terminó por anotar el resto. Y así es como nació el bestiario, siendo José Emilio Pacheco amanuense de Arreola, y él, por supuesto, lo presume con orgullo. ¿Y quién no?

Como dije antes, las bellas ilustraciones que adornan el bestiario fueron realizadas por Héctor Xavier, y es llamado “Punta de Plata” por la técnica que ocupó para ellos: introdujo en el porta-minas un alambre de plata mexicana, y afilándolo en el raspador, obtuvo así un estilete que fue el encargado de dar vida a tan bellos mamíferos y aves. En el prólogo, Arreola relata cómo Héctor Xavier vivió durante ochos meses dentro del zoológico de Chapultepec, con el objetivo de hacer subir a sus criaturas favoritas al arca que estaba a punto de levar anclas. Uno podría imaginarse aquella escena, y casi sentirla: mañanas, tardes y noches, dibujando a las bestias, ellas posando sin darse cuenta para Xavier, para el público, el mundo; Arreola acompañándolo, como dos amigos emocionados por iniciar un nuevo proyecto juntos. “No es ese mi propósito, sino decir sencillamente que acompañé a Héctor Xavier en algunas de sus resueltas correrías de dibujante frente a difíciles modelos. Hemos visto Chapultepec a todas horas del día y a las bestias animadas o melancólicas: a la Grulla Real que hunde su pico de gualda entre el suntuoso plumaje y se despioja; al macho de cualquier especie que de pronto, como si despertara de un largo sueño, percibe a la hembra y la acomete (generalmente sin éxito); a los felinos que van y vienen por su jaula, como reyes encarcelados y dementes. A los monos, en fin, que muchas veces nos hicieron volver la espalda, abrumados ante tan humana estulticia…” escribe Arreola.

Uno podría darse cuenta que “Punta de Platapareciera resultar un bestiario que se asemeja más a un espejo para el hombre, pues en cada uno de los animales, Arreola escribe algo con lo que nos identificamos, resaltan nuestros defectos o nuestras virtudes, analiza nuestro comportamiento igualmente primitivo y que pareciera no haber evolucionado nunca. Al final, uno descubre con un poco de tristeza que quizá aquellos animales enjaulados y dibujados estupendamente por Héctor Xavier, resulten ser más libres que nosotros; que seamos nosotros, el hombre, los aislados, desterrados de la verdad, los prisioneros que habitan una jungla pequeña, nosotros, el verdadero animal preso de sus ideas, de sus sentimientos y sueños, preso de su propia vida y libertad. “Punta de Plata”, entonces a mi parecer, resulta un bestiario del hombre, de todas las máscaras y disfraces que portamos, nuestras mentiras, falsedades y engaños, pues en esas palabras y dibujos hay más de nosotros mismos que de todos los animales juntos.

Entre todas las imágenes recordadas, yo prefiero la del atardecer: cuando el silbato de los guardas anuncia que ha terminado la jornada contemplativa y se inicia la enorme sinfónica bestial. Los cautivos entonces gruñen, braman, rugen, graznan, bufan, gritan, ladran, barritan, aúllan, relinchan, ululan, crotoran y nos despiden con una monumental rechifla al trasponer las vallas del zoológico, repitiendo el adiós que los irracionales dieron al hombre cuando salió expulsado del paraíso animal”.