Por Víctor Daniel López  < VDL >

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“Ahora te puedo mirar en paz porque ya no te como.”

 La semana pasada se estrenó una de las series que forman parte de las “Encarnaciones filosóficas”, mismas que buscan meterse en lo más profundo de las mentes de importantes escritores de la literatura universal. En esta ocasión fue a Kafka a quien dio vida la compañía La Máquina del Teatro en una representación que lleva el nombre de “KAFKA. Donde estás, están todos los mundos”, escrita y dirigida por Clarissa Malherios y Juliana Faesler. El elenco está conformado por la propia Clarissa Malherios, además de la asistencia en escena de Fidel Nah y Sol Sánchez.

El montaje, de casi una hora de duración se realiza a través de la mirada de Franz Kafka, teniéndolo así frente a nosotros para poder escuchar sus pensamientos, las ideas que encarnaron en él desde su niñez hasta su muerte, mientras les iba dando voz y forma en toda su obra; una obra melancólica, como su mirada (los ojos más tristes que puedan encontrarse, aquellos que contemplaban la ciudad de Praga cubierta de nieve en invierno, y que en verano, contemplaban el mismo frío pero dentro del corazón mismo que apenas y los mantenía conectados a la vida).

Con su aguda sensibilidad ética, Kafka considera al ser humano parte de un todo y no un todo aparte”; partiendo de esta base, la escenificación se divide en varios capítulos que van tocando diferentes temas acerca de las leyes, del proceso, la vida y obra de Kafka, su relación con los animales, la crueldad del ser humano hacia con ellos y hacia consigo mismo, la vergüenza, la soledad. Pero al final, más que nada el resultado termina en un fuerte análisis acerca de conflicto entre el Animalismo-Humanismo, para así poder comenzar a entender quiénes somos nosotros.

Franz Kafka fue defensor total de los animales, era vegetariano. “No comía animales porque buscaba la pureza”. Se comparaba con ellos, analizaba a la humanidad a través de ellos. En esta obra teatral se indaga en su pensamiento a través de la relación que el escritor tenía con el pez, el cuervo, los perros, las ratas, los bichos, el mono. En cada uno va entendiéndose a sí mismo, buscando símiles, tratando de entender el compartimiento del ser humano, a veces brutal, a veces compasivo, a veces con miedo e incertidumbre. El pez encerrado en una pecera muere de tristeza y soledad. El mono siempre anda en busca de la libertad. El perro es fiel, pero, así como da amor, puede revelarse también. Nosotros… nosotros quizá somos más animales que los animales mismos. ¿Qué nos falta? ¿Qué nos sobra? ¿Qué andamos buscando? ¿Qué nos intriga? ¿Qué es aquello que no nos deja ser?

Kafka mira a través de los ojos de los animales porque él se siente excluido”, explican al final de la obra. Recordemos que el escritor era un judío checo que hablaba más el alemán y que no se sentía checo. Sufrió la catástrofe de la Primera Guerra Mundial y los preparativos de la Segunda, en donde la mayoría de su familia terminó recluida y asesinada en los campos de concentración. Por eso fue que Kafka nunca terminó por encontrar hogar alguno en el mundo, nunca se sintió ni de aquí ni de allá, se sentía solo todo el tiempo, perdido, excluido de la sociedad y del mundo, como un adolescente que despierta una mañana cualquiera convertida en un insecto gigante, sin poder moverse, tendido en la cama mientras afuera, la gente, el ruido y el tiempo siguen su curso. Con esta puesta un poco experimental, podemos generar un análisis sobre el cuestionamiento filosófico que plantea la pregunta: “¿Cómo miramos a los otros y a nosotros mismos?

Al final de la obra la actriz Clarissa Malherios y su equipo abrieron el diálogo para escuchar al público, resolver dudas, contestar preguntas acerca de Kafka y de la puesta en escena. Totalmente abierto, y algo que, sin duda, se agradece, pues no siempre sucede. Una de las preguntas formuladas por el público, con respecto a la excelente interpretación de Clarissa en escena y que incluso su locura llegaba a asustar, fue ¿cómo pudo hacerle para adentrarse en el papel de un autor tan importante? A lo que ella respondió: Leyendo toda su obra y, lo más importante, buscando alguna semejanza personal con él. En su caso, fue el amor por los animales. Eso le dio la inspiración para tan increíble representación.

No te puedes perder esta interesante puesta experimental todos los jueves a las 20:00hrs y sábados 19:00hrs, en el Centro Cultural del Bosque; así como tampoco la encarnación filosófica “PESSOA. La hora del diablo”, viernes a las 20:00hrs y domingos 18:00hrs en el mismo foro y hasta el 04 de mayo.   

Con respecto a Kafka, resulta un momento oportuno, en estos tiempos de confusión e intolerancia, para reflexionar sobre la siguiente pregunta:
¿Qué hacemos? ¿Nos arrancamos los ojos… o miramos sin ver?
Y ojalá, de verdad ojalá, que la respuesta llegue a ser aunque sea un poco esperanzadora.