Crítica de la autoayuda

 

Por Carla de Pedro

 

 

Cada día salen a la venta más libros de autoayuda, se reparten por todo el mundo y se venden como pan caliente: en las librerías, en los puestos de periódicos, hasta en el súper nos toparnos con estos ejemplares. Libros que prometen resolver los problemas de las personas, llevarlos a la felicidad, acercarlos al éxito, alejarlos del dolor, hacerles perder peso, dejar de fumar y hacerse millonarios.

Según informes de la industria editorial en México, 7 de cada 10 libros que se editan son de autoayuda o superación personal, que es lo mismo.

Pero, ¿porqué se venden tanto estos libros ? Es fácil: la gente se siente mal, está deprimida, desesperada y al no poder soportarse a sí misma recurre a lo que está a su alcance. 

Bien decía Aldous Huxley que «no hay mayor negocio que vender a gente desesperada un producto que asegura eliminar la desesperación».

Desde luego, la industria de libros de autoayuda se enriquece día trás día  vendiendo felicidad encuadernada. Los gurús de la autoayuda se embolsan millones de dólares, basta mencionar que la autora de «El secreto» ha ganado más de 200 millones de dólares, mientras que el autor de «Cómo atraer el dinero» ha vendido ya más de 10 millones de libros, por lo que podríamos afirmar que el verdadero secreto para atraer el dinero es vender un libro de autoayuda.

 

Pero más allá del gran negocio que estos libros generan, cabría preguntarnos: ¿funcionan?, ¿sí o no y porqué?
Antes que nada habría que señalar que cuando la meta es hacerse millonario y, como Jim Carey, llenar un cheque de un millón de dólares para cambiarlo cuando se tenga el dinero, estamos hablando de metas absurdas y que si llegan a ocurrir son hechos particulares y aislados; es decir que aunque el actor estadounidense se haya propuesto llegar a tener un millón de dólares cuando era pobre y lo haya logrado,  eso no significa que todos podamos hacerlo y de hecho es algo casi imposible.

Los libros de autoayuda te llenan la cabeza de meritocracia barata que señala que eres capaz de todo lo que te propongas, siempre y cuando lo desees lo suficiente, como dice Cohelo: «cuando quieres realmente una cosa todo el universo conspira a tu favor»,  y entonces puedes llenar tu cheque y esforzarte para un día poder cambiarlo.

Este pensamiento egocéntrico no sólo hace creer que todo el universo gira en torno a uno mismo, sino que además es sumamente inconsciente de la realidad social,  pues lleva a señalar que si un niño pobre quiere ser presidente basta con desearlo; que si una madre no quiere que su hijo enfermo de cáncer muera, basta con desearlo; que si alguien no tiene empleo es porque no lo ha deseado con fuerza; que si una mujer que está siendo violada no quiere que la violen, basta con desearlo.

Y si en el libro de superación en turno, no basta con desear algo, entonces basta con trabajar duro para lograrlo. Pero como bien señala el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz: «el 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo que hagan, el 90% de los que nacen ricos mueren ricos independientemente de que hagan o no mérito para ello”, es decir que las circunstancias son más decisivas en la vida que el esfuerzo.

Gracias a esta mentira de que puedes hacer todo lo que te propongas, la gente que lee estos libros se siente deprimida al no cumplir sus metas, pero el mayor problema es que estos libros lo llevan a pensar que debe cumplir con ciertos valores sociales que lo acercan más al vacío y a la desesperación.

La felicidad que estos libros venden se construye, ya sea con base en el «éxito» y los objetos materiales o bien en el hedonismo de los placeres inmediatos.  Las personas que se dejan guiar por este tipo de mensajes son egoístas, individualistas, materialistas y, lo peor de todo, infelices.

 

Bien dice Erich Fromm que ser no es tener y que el ser humano sólo puede sentirse pleno si busca ser y no tener.
Pero estos libros le dicen a la gente frases como: «tú te mereces esos objetos porque lo vales», pero los objetos no determinan ni premian el valor de las personas.
Quienes se guían por estos libros olvidan buscarse a sí mismos y se consuelan con fingirse a sí mismos.

Como señala Erich Fromm, cuando la gente se conforma a sí misma con objetos siempre está vacía, porque el objeto nuevo le brinda satisfacción momentanea pero esa satisfacción acaba y es necesario buscar otro objeto que le haga sentir feliz.

Cabe destacar también que estos libros llevan a pensar que ser feliz es un obligación y no permiten que la gente viva su dolor, su tristeza, su duelo, su angustia y todos esos sentimientos que son necesarios y naturales en el ser humano.

Los libros de autoayuda hacen que los individuos se decepcionen de la realidad, sean incapaces de aceptarla, se llenen con objetos y finjan felicidad.

Considero que los seres humanos tienen problemas complejos que intentan tratar de forma superficial al leer estos libros en vez de acercarse a autores de filosofía, psicología o incluso literatura, quizás por flojera o incapacidad para leerlos, o quizás sólo por desconocimiento.

Por último, cabe señalar que este tipo de libros no tienen valor literario y que su lectura no enriquece sino que empobrece al individuo, porque hay que desmentir esa idea de que leer siempre es bueno, pues si lo que se lee carece de calidad y no tiene ningún valor, es mejor no leer nada.