La Justicia por los suelos

 

Por Dear Mr. Fantasy 

 

 

La primer pistola que  Pedro tomo en sus manos disparaba agua, jugaba al policía y al ladrón porque así le enseñaron, creció con la picardía mexicana y la ley de Herodes como eje moral y ético. El respeto hacia otro ser humano es algo que no le enseñaron las sitcoms. 

 

Se dicen que hay personas que nacen para coexistir, así eran Pedro y Juan, compañeros de unidad desde hace 7 años. Hace mucho que habían cruzado la línea del compañerismo pasando al compadrazgo, entre ellos y su jefe de cuadrante tenían un acuerdo, llevarse un tercio de todo lo que pudieran sacar en su turno, repartición equitativa de bienes así le decían.

 

-La cagamos, fue lo que le dijo Pedro por celular a su teniente.

 

No hacía falta decir más, esas palabras eran suficientes para asumir que se habían extralimitado en su deber; al llegar con ellos su teniente no dijo más que “Pinche Pedro, son unos pendejos”, se quedó observando la chica inconsciente que llevaban en la cajuela, la ropa rasgada dejaba ver sus genitales, las muñecas y el cuello tenían estos raspones cicatrizados característicos del forcejeo, el teniente puso la mano en la nariz de la chica para cerciorarse de que aun respirara. 

 

¿Los puede identificar?/ No jefe, no lo creo, la atoramos con un poco de mota en una base de combis, ella se ofreció con tal de que no la presentáramos ante el M.P, hasta le íbamos a dar un raite pero se puso a gritar cuando vio que era de adeveras, podemos alegar uso de fuerza necesaria ante la resistencia / No digan pendejadas, si ya la cagaron hay que enterrar la mierda. Súbanse a su patrulla y síganme.

 

Condujeron hasta un puente vehicular que daba a un camellón rodeado arbustos. Con las intermitentes encendidas esperaron cautivamente el momento adecuado para arrojar a la chica inconsciente hacia el camellón, la noche era tan oscura que ni Dios pudo ver aquella alma que se desvanecía en el vacío de la urbe. Solo se escuchó el sonido seco de huesos rotos. Así de breve, fue como Pedro se convirtió en alguien más dentro de la estadística de los policías que te extorsionan y violan.

 

Maria se hizo la inconsciente con la esperanza de ser dejada en paz, dentro de la cajuela levanto su fe para que alguna fuerza interviniera por ella, no pudo evitar culparse por haber salido a divertirse, un llanto mudo sobrecogió  a Maria, rezo, rezo a Dios con toda su fe para que la ayudara porque sabía perfectamente que la justicia no es del reino de los hombres. El último rostro que vio fue el de Pedro, la cara de Maria estaba llena de lágrimas cuando la tomaron para arrojarla, pero para los oficiales su rostro era invisible. Al tocar el suelo, el dolor la estremeció, no podía moverse y el respirar se le dificultaba, su espíritu habría sobrevivido al suceso pero su cuerpo no haría lo mismo. Larga fue su agonía antes de morir, con los ojos mirando al cielo se dejó ir.

 

Según el semáforo delictivo en lo que va del año, 1530 personas han sido víctimas de violación en la ciudad de México y solo se reportan 77 casos de feminicidios, cifras que cualquier estadista refutaría porque están para silenciar un problema mayor, Maria pasaría a ser parte de esa estadista de mujeres que no obtienen justicia y son etiquetadas para pertenecer a una cifra, porque su rostro lleno de lágrimas es invisible para nosotros.