Reseña de “Perfect Sense” de David Mackenzie

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Hay una nueva epidemia en el mundo. La gente comienza a perder el olfato. Se esparce el virus que nadie logra entender de dónde o cómo es que se originó. El único síntoma previo a desaparecer el sentido: la gente revienta en episodios de llanto (los traumas, la nostalgia o los dolores del pasado). Y no es casualidad, porque el sentido que está más ligado a los recuerdos es justo el olfato. Los científicos tratan de entender esa nueva enfermedad que avanza rápido, extendiéndose por el mundo, pero antes de que puedan comprender si quiera algo sucede la siguiente jugada del virus. La pérdida del próximo sentido: el gusto; ahora tras episodios de arranque de hambre, donde la gente devora lo que tenga a la mano, como bestias salvajes, animales que somos cuando la cordura es suplida por nuestros instintos primitivos y de sobrevivencia. La pérdida de los sentidos va ligada a las emociones reptilianas que nos dominan, retrocedemos en la evolución sólo para así entender la importancia de ellos, y el valor de los otros cuando comienzan a desaparecer los primeros. La añoranza de oler los platos antes de probarlos, el perfume de la gente, el olor del metro y las calles, los restaurantes. El sabor de las comidas que más amamos, las bebidas, el sonido de las hojas al moverse con el viento, o de la lluvia, la música, la voz del otro. Las palabras. Este parece ser el fin del mundo. No hay cura. Y todo avanza tan deprisa que ni siquiera da oportunidad de lamentarse.

David Mackenzie, en “Perfect Sense”, una tesis muy parecida a la de “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago, y con una narrativa a veces poética visualmente, nos regala una película no solamente para mostrarnos la naturaleza del ser humano ni para hacernos valorar nuestros sentidos, cuando en la rutina del día, viviendo tan rápido y tan sólo por llegar a todos lados y a todo momento, nos perdemos de las cosas más simples pero que es allí en donde irradia la belleza que nos hace razonar sobre la conexión de nosotros mismos con el mundo y la vida; sino que el objetivo principal es exponer ante nuestros ojos el que será el sentido perfecto. Al final, sólo uno quedará para darnos aquello de lo que no podremos desprendernos. El sentido perfecto. Que nos sigue haciendo humanos. Y aquel que nos salvará.

Esta es una película muy íntima, sincera, que nos hará reflexionar sobre lo perdido, lo que aún tenemos y la dirección que debemos volver a tomar. Una dosis de esperanza para el alma.