Reseña del libro “Las cosas que llevaban los hombres que lucharon” de Tim O’Brien

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

La guerra de Vietnam terminó convirtiéndose en una pesadilla asfixiante durante las noches hirvientes de recuerdos y vacíos para los soldados que participaron en ella. Mucho se ha escrito sobre aquella guerra, y mucho se ha filmado. Pero, a mi parecer, desde ahora que he leído la obra de O´Brien, nada puede asemejársele ni tantito, en cuanto a verdad, sensibilidad y crudeza.

Tim O´Brien fue uno de esos hombres que participó durante poco más de un año en tal lucha sinsentido para muchos, como lo cuenta. Y aunque no entendieron en verdad, con toda la conciencia, la razón, sí terminó contagiándolos de una adrenalina capaz de hacerles la vida difícil, a su regreso, sin volver a sentirla de nuevo con la tranquilidad de lo cotidiano. Es como una droga, pero como todas, al final termina matándote lentamente.

Este libro llega casi como diario del recuerdo sobre las experiencias que O´Brien vivió. La voz es la de él, no de ningún personaje inventado. Las historias: las de él o las de sus amigos o los compañeros que combatieron a su lado. Nada es ficción, sólo las memorias que nos cuenta como si estuviéramos en una cantina bebiendo con él hasta tratar de olvidar, claro, con sus deseos o notas de pie que les pone a sus pensamientos. Son puramente recuerdos, imágenes, que, aunque algunas parecieran algo borrosas, no por la naftalina, sino por la dosis de guerra que aún corre en la sangre y en cada partícula del cerebro, aún se les puede distinguir, y hacen doler, nos acercan a la selva, nos adentran en el negro más negro que dios pudo crear, en el ruido de los aviones y las bombas estallando, las granadas que explotan lanzando miembros por los aires, gritos que no se saben si son de hombres o de bestias, los insectos que parecen mutados y gigantes esperando devorar los cuerpos, la humedad y la lluvia que se prolonga hasta formar pantanos que habrán de cubrir los cadáveres o arrastrar más hombres a la muerte.

Este libro, más valiente que otros muchos, nos habla de ciertas confesiones que solamente con coraje son capaz de salir, hablar de ellas con la pura verdad, y esa verdad es justo lo que da belleza a una prosa bien cuidada y envolvente, el estilo y la estructura que caracteriza a O´Brien. Su dolor, el arrepentimiento, el terror, todo son reales, reflejándose con la más delicada pureza, sin ansias de pretensión ni con ningún otro fin que el de llevarnos a esa tierra de pesadillas y de trincheras.

Esta obra nos habla de las cosas que llevaron los hombres que lucharon. Cosas que llevaron a la guerra. Recuerdos, amuletos, fantasmas del pasado. Todos los hombres cargaban con algo. Un amor que se perdió en la distancia, la cordura que poco a poco se va entregando a las drogas o al insomnio o al negro de la noche que parece interminable. O´Brien nos habla de aquel viaje a Vietnam con su hija, muchos años después, para reconciliarse y para mostrarle el lugar en donde vio morir a su amigo en las aguas de una ciénaga. La carta que el sargento de la tropa tiene qué escribir a la madre de uno de sus soldados, que por error suyo, murió al caerle una granada; y otro soldado que se culpa, a cambio, por el error más idiota que pudo cometer: encender su linterna para mostrarle una foto de su novia. Estas y muchas más son las historias de gente real, gente que sufrió y sobrevivió, o murió en una de las guerras más atroces y por la que muchos, del otro lado del mundo, luchaban se detuviera. Historias que, como hace saber el autor hacia el final, en un capítulo de reflexión, son las que nos hacen salvarnos. Historias que nos pueden servir para traer de vuelta a gente que perdimos, que ya no está con nosotros; crearnos las pláticas que no alcanzamos a tener con ellos, salvar su memoria, o reconciliarse, perdonarse, hacer justicia a sus personas. Historias también que pueden convertirte en un escritor, si sabes cómo desarrollarlas y sabes cómo contarlas: con la verdad y desde lo más profundo del alma, con toda la sangre, el desastre, la esperanza, y el amor del corazón.