«El laberinto de don Artemio Bonilla»: Comenzando el vuelo

 

Por Erick Gálvez Ayala 

Twitter: @Alcaceltser

 

 

Corren tiempos difíciles, las cosas han perdido su aroma. Lo que antes era virtud ahora es un defecto. El coraje se debate entre la furia y la pasividad. “Nunca hay que perder la esperanza”, dicen algunos, “Nada vale la pena” opinan otros cuantos. Entre estas disyuntivas me encontraba cuando decidí abordar una nueva forma de lectura, aquella que te atasca en el móvil, la que se paga primero en línea para después disfrutar del viaje lirico (¡maldita nueva normalidad!), nos aleja del espíritu de un libro físico, y a cambio nos acerca a la tecnología, la cual nos despierta poco, en ocasiones, nada. Sin embargo, la literatura flota en el aire, ¿por qué no puede estar en un dispositivo y trasladarte hacia ese sendero de la mente, donde solo hay figuras dibujadas a tu imaginación? ¡Claro que puede hacerlo! Sólo es cuestión de adaptarse.

La obra que me adentró en este nuevo proceso es el “El laberinto de Don Artemio Bonilla”, escrita por Víctor Daniel López < VDL >, nada menos que su primera novela. La emoción que me abordaba era incalculable. Leer a un compañero de ruta siempre es un deleite, y aunque en estos casos la objetividad puede desviarse y caer en una acumulación de elogios, intento no hacerlo así. Lo que escribo es por convicción propia, me alejo de la amistad para acercarme al arte y sus colores.

«El laberinto de Don Artemio Bonilla» es una novela con matices contradictorios, puede parecer en primera instancia una obra alentadora, ilusa; después, conforme avanzan los capítulos, nos lleva hacia una historia de amor que se sostiene por un lenguaje apto, en plenitud, con bálsamos de poesía hirviente, aquella embellecedora de paisajes, por momentos, iracundos, y en otros, agraciados. Para que al final las letras no se dirijan a lo probable. Tizneo es el personaje principal, el autor plantea una búsqueda de la autenticidad, no solamente se trata de subsistir, en realidad, la vida es mucho más que eso, se trata de crear, de imaginar, de volar, de permanecer en la memoria, no una personal, sino más bien histórica. Ser único, no continuar con los mismos tópicos del resto. La fuerza de la escritura se hace presente al no depender de ubicar la historia en un tiempo o lugar determinado, y es que pareciese que no solamente se habla de Artemio, sino que hay otros más involucrados a los largo del universo tácitamente.

La novela se lee de manera veloz. La urgencia de avanzar para entender el recorrido del texto nos hace consumir de manera voraz los capítulos. Los diálogos se desvelan entre susurros amorosos a la par de reclamos trascendentes; recorren universos ambiciosos, lo trivial se transforma en sustancial. Se nota una búsqueda de precisión para no involucrar argumentos sin sentido. Cada letra está finamente cuidada.

Quizá podríamos pedirle a Víctor Daniel López que se prolongara un poco más el desenlace. Tal vez el cierre pudo ser menos implacable, pero eso no es algo que le puedas pedir a un artista, no puedes decirle a un escritor que hizo falta algo en su historia, o al menos, no puedes adentrarte en el argumento. Esa no es una causa de reclamo. Por el resto, podemos hablar de una obra que entretiene perfectamente, bien escrita, consolidada por una poesía evidente y una presentación en sociedad literaria aceptable.

El laberinto de don Artemio Bonilla es solo el inicio de un escritor ansioso, exigente, ambicioso, recalcitrante. Es un libro que te dejará algunas preguntas que buscan motivar al lector a suponer algunos sin sabores. Crea, envuelve y también cautiva.

 

“Hay laberintos que enredan, nos pierden, asfixian y matan. Cuando no se logra salir, no hay más, todo se desvanece, la vida queda atrás.”
#DonArtemioBonilla