Por Valentín Arcadio

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DESFACHATEZ DADA

La caída que sufrí a los siete años me dejo como mudo, como menso, como menos.

Sigo cayendo. Soy incapaz de producir.

¿De que va a vivir el muchacho? Se preguntan.

Es inútil.

Mirar a las moscas.

Jugar con la cuchara del séptimo café.

Pobre.

La cucaracha ya no le habla.

Sigo cayendo. Veo a los muchachos y les prometo guayabas frescas y mandarinas.

Se quedan callados.

Les tomo susto a mis padres, ellos si me quieren y todo, y todo.

Cuando los veo se me van las ganas de ver a las moscas en su vuelo.

Me pongo a hacer como que hago algo.

Me apago por dentro.

Me pongo a limpiar el cuarto.

La llanta se ha incendiado,

se ha acabado de crear.

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XXX 

La rueda, la camisa y la champagne siempre fueron mías.

Te di lo que tu querías:

Una damisela pura e infecta;

trato a los míos como a los míos.

La primita sucia del diablo;

Una amapola fresca recién cortada.

Las cervezas,

el humo y las burbujas de la bañera las pago yo.

El shampoo de menta todavía alcanza para dos.

La renta del mes pasado:

no te preocupes;

ya compré ampicilina del Doctor Simi.