El perseguidor, un homenaje de Julio Cortázar a Charlie Parker

 

Por Carla de Pedro

 

…el jazz es como un pájaro que migra

o emigra o inmigra o transmigra (…)

les señala que quizás había otros caminos

y que el que tomaron no era el único

y no era el mejor, o que quizá había otros

caminos y que el que tomaron era el mejor,

pero que quizá había otros caminos dulces

de caminar y que no los tomaron, o los

tomaron a medias…

Julio Cortázar, El perseguidor

 

Charlie Parker nació el 29 de agosto de 1920 y Julio Cortázar, el 26 de agosto de 1914, lo que significa que este mes se cumplen 100 años del nacimiento de Parker y 106 del de Cortázar. Por esta razón, he decidido hablar de un cuento que este gran escritor escribió en homenaje de este gran músico.

El perseguidor fue publicado en Las armas secretas en 1959, tan solo 4 años después de la muerte de Charlie Parker. En este cuento aparecen dos personajes centrales: Johnny Carter, un jazzista reconocido, saxofonista y claramente alter ego de Parker; y Bruno, un escritor que busca captar en un libro la escencia de su amigo Johnny, y que, de cierta forma, se parece a Cortázar en su intento por retratar a ese otro músico de nuestra realidad y que termina inventándolo porque escribir es inventar.

El tema central del cuento de Cortázar es la búsqueda. Esa búsqueda de aquello que está más allá de lo que creemos que hay:

 

Toda mi vida he buscado en mi música que esa puerta se abriera al fin. (…) Me parece que he querido nadar sin agua (…) pensaba que las cosas buenas, el vestido rojo de Lan, y hasta Bee, eran como trampas para ratones (…) cosas bonitas para que me quedara conforme como te quedas tú porque tienes París y tu mujer y tu trabajo (…) Trampas querido… porque no puede ser que no haya otra cosa, no puede ser que estemos tan cerca, tan cerca del otro lado de la puerta… (Cortázar, Julio. El perseguidor)

 

El jazz es el camino por el que busca Johnny, y el jazz, como hace el verdadero arte o el verdadero juego, le permite acceder a otra realidad:

 

Es como en un ascensor, tú estás en el ascensor hablando con la gente, y no sientes nada raro, y entre tanto pasa el primer piso, el décimo, el veintiuno, y la ciudad se quedó ahí abajo, y tú estás terminando la frase que habías empezado al entrar, y entre las primeras palabras y las últimas hay cincuenta y dos pisos. Yo me di cuenta cuando empecé a tocar que entraba en un ascensor, pero era un ascensor de tiempo, si te lo puedo decir así. (Cortázar, Julio. El perseguidor)

 

 

No se trata de la música como un fin, tampoco incluso se presenta a ésta como el único medio; se trata de encontrar un camino verdadero y si el medio es tocar jazz, o jugar una rayuela, o inventar un idioma, eso no importa, lo que importa es improvisar, es buscar una realidad más allá de la que vemos. Se crea a un Johnny Carter a partir de un Charlie Parker, se busca a la Maga por las calles de París, se mueve un peón como si fuera un alfil, se escribe una novela que se lee en desorden, se juega, se toca jazz, todo para encontrar lo que está detrás.

No obstante la intensa búsqueda de Bruno, su libro no logra mostrar quién Johnny es en realidad, pues lo muestra, como bien dice el músico, como lo mostraría un espejo, y todos los espejos mienten.

Así mismo, Cortázar también miente, pero sin importar si Parker tenía un amigo que lo retratara en palabras, sin importar si se angustiaba por aquello que no encontraba, sin importar estas cosas, Cortázar solo quiere tocar aquello que el jazz busca, y es así que, con su propio instrumento, la palabra, nos regala un invento que nos dice: la realidad que nos ha sido dada es falsa, hay que buscar lo que está detrás. Y si esto es cierto, entonces Cortázar no miente.

Vivir como si tocáramos jazz, improvisar para recorrer otros caminos, buscar como si fuésemos a encontrar, jugar como si fuésemos un día a ganar, crear en libertad, eso es lo que Cortázar nos propone en su cuento.

Porque el jazz es a la música, lo que Cortázar busca en sus libros: un sendero que bifurca el sentido, un lenguaje que parte el lenguaje mismo en busca de sus trozos, un niño jugando su destino, un pájaro que vuela en busca del mejor de los caminos.

El arte es búsqueda, persecución de una respuesta que posiblemente nunca llegue.