Reseña de “Érase una vez en América” de Sergio Leone

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Una película perfecta en todos los sentidos. La fotografía hipnótica de Tonino Delli Colli, en donde pareciera que muchas de las escenas son simplemente hermosos cuadros congelados, y la cámara que se acerca o aleja como la mirada de alguien que quiere espiar por los agujeros del pasado para saberlo todo. La fiel ambientación de tres épocas distintas fruto de la estupenda dirección artística de Carlo Simi. Un guión basado en la novela de Harry Grey que retrocede, avanza, juega con nosotros y nos envuelve. Las actuaciones magistrales de Robert De Niro, James Woods, Elizabeth McGovern, Joe Pesci. Y una de las mejores bandas sonoras en la historia del cine, por Ennio Morricone.

La nostalgia es la infancia, en donde los amigos se descubren para toda la vida, y en donde el amor, que es primero, desnuda al alma y jamás se olvida. Es de niños cuando comenzamos a formar los recuerdos que de viejos nos recordaremos hombres. Las decisiones que tomamos para arrepentirnos. Esa primera pasión. La complicidad en el bando al que hemos decidido pertenecer porque se comparten las mismas cosas, los mismos intereses, y a veces, hasta el mismo pasado. Este filme es un homenaje a esa añoranza, la de Noodels que regresa a una ciudad llena de fantasmas y de recuerdos. Robert de Niro actúa en toda la cinta con tan sólo la mirada: tristeza, nostalgia, furia, melancolía. Una película de gánsteres en la que la mafia no es el tema principal, sino las acciones que conllevan a esa vida, las decisiones y la intimidad de los personajes envueltas en tres tiempos antaños que, se demuestra, Sergio Leone llegó a amar.

La transición de medio siglo en Nueva York, desde las calles sin automóvil hasta el periodo de la Ley Seca, y posteriormente su abolición. ¨Érase una vez en América” también es esa transformación de Estados Unidos. Un paso por tres épocas distintas en donde la realidad y ficción siempre han ido de la mano. Lo que en verdad sucede y lo que se inventa. Nos lo muestran con el símil confuso dentro de la historia, a partir de varias escenas claves: Noodles en el restaurante chino; el asesinato de Max, Patsy y Cockeye; la escena de Noodles y Deborah en el teatro.Noodles y Deborah, el amor que no se consume, las decisiones de Noodles en donde prefiere siempre a sus amigos, con la mafia y el poder, que el amor según dice sentir por Deborah.

Tres actos fatales: uno al actuar después de ver a su amigo Dominic “resbalar” y caer muerto, en una escena que homenajea a su género preferido: el western; otro equivocándose al cometer el acto más repulsivo con Deborah en el coche; y el último, al delatar a su mejor amigo por intentar salvarlo, terminando en la inevitable masacre de sus amigos. Una película de arrepentimientos. Las decisiones que se toman mal, y que no puede Noodles ser como Deborah, quien sí logró tomar otro camino para alcanzar su sueño de ser estrella.

El baile de Deborah, ballet con el leitmotiv de “Amapola” que aparecerá en cada escena en donde aparezca el corazón de Noodles temblando por ella. Robert De Niro recordándola con quizá una de las mejores miradas en la historia del cine: un hueco por donde se mira al pasado. Y, hacia el final de la película, la misma nostalgia de toda una vida vivida que termina en la, por igual, mejor sonrisa en la historia del cine. ¿Fue todo un sueño? ¿Ficción en algunas partes? La confusión sólo nos da teorías sobre lo que pudo haber sucedido y lo que no. ¿Max continuó vivo después de la masacre? ¿El hijo en el teatro será de Noodles? ¿Noodles terminó aceptando el favor que le pide Max sobre terminar con su vida al verse ya sin salida? Quizá Noodles se haya inventado algunas cosas para suprimir los recuerdos de las malas decisiones, aquellas cosas que no es capaz de soportar y por las que nunca se pudo perdonar. Tal vez sea lo mismo con la historia de América, en donde algunas cosas son reales, y otras se inventan con la finalidad de ignorar la verdad.

Igual, sea realidad y sea ficción las partes que son, se trata de una historia. Una historia grande, poderosa. Conmueve, vemos la nostalgia en todas sus partes: la fotografía, la música, las actuaciones. Sergio Leone dirigió su última obra, maestra, antes de morir. En su tiempo no fue reconocida como lo que actualmente es, y se le obligó a recortar más de la mitad de horas de filmación. Aun así, quedó finalmente en casi cuatro horas (su versión larga conocida). Cuatro horas de deleite: para sufrir, para llorar, para gozar. ¨Érase una vez en América” es una de las mejores películas de todos los tiempos. Nunca me cansaré de repetirla, porque cada vez que la miro encuentro siempre caminos diferentes que llevan a otro final.