Reseña de la película “La gran libertad” de Sebastian Meise

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Poesía en todos los sentidos sobre el amor prisionero ante un tiempo y una sociedad en que era (y sigue siendo en algunos lugares) condenado a la imperdurabilidad por no seguir los estándares del género en la sexualidad del ser humano. Y aunque pareciera lejano, es un tema que en la actualidad sigue siendo tabú para algunas culturas y generaciones; la discriminación, la represión y el odio continúan afectando a las personas que solamente desean sentir, y amar, como todas las demás.

La gran libertad es el más reciente filme del director austriaco Sebastian Meise, y mismo que fue la selección de Austria en los premios Óscar de este año 2022. Estamos frente a un drama potente, en el que se juegan a la vez con tres tiempos y vamos reconociendo a los personajes en años distintos de la Alemania nazi y post-nazi, pero que sigue sin cambiar mucho en cuanto a su apertura cultural y política hacia la comunidad homosexual, pues hasta 1969, el párrafo 175 del Código Penal de Alemania dictaba una sentencia de años de cárcel para todos los individuos del mismo género que se involucraran en una actividad sexual. Es en esos años en donde se centra la cinta, donde en el interior de las frías paredes y las tristes celdas vemos una historia de amor que se va fraguando entre dos hombres que están necesitados de amor, han olvidado amar, pero que, a partir de entonces, en el otro, rotos y curándose por dentro, van encontrando su propia “libertad”.

Con un tempo medio y una fórmula cinematográfica intimista, la narración va avanzando y retrocediendo, y vamos atando las cuerdas que unen y desunen la historia. Avanza, pero a la vez retrocede, y causa impotencia ver las atrocidades a las que eran sometidos los presos por una condena hacia los sentimientos que aparentan ser ajenos, y, sin embargo, llegan a ser incluso más sinceros que en otros que se dicen ser. La violencia, pero también la complicidad en una amistad que se torna en algo más. Cómo evoluciona y sale algo que, al igual que los presos de la cárcel, estuvo durante mucho tiempo cohibido (y es que al negarse uno solamente se niega al otro: al que está delante, frente a nosotros).

El guion poético, junto con las actuaciones de Franz Rogowski y Georg Friedrich, hacen del filme algo sensible, crudo, humano y hermoso. Un vínculo que se crea a partir de la solidaridad, en el silencio en que se dice lo que no se atreve. Lo que pareciera una historia de homofobia y sobrevivencia se va tornando en una de aceptación y de amor. Y es que la libertad se trata de hacerlo todo, todo lo que se quiera, amar y ser amado, estar bien con quien somos, y no traicionarnos jamás.