Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

Un filme basado en una de las obras más conocidas de Shakespeare, con dos de los actores del momento, con una gran producción que te respalda, ¿Qué podría salir mal? Realmente nada, lo cierto es que Macbeth es una cinta que difícilmente se le pueden encontrar algo malo en lo que muestra su director Justin Kurzel, más bien el problema es que lo que ha faltado, probablemente en manos de un director más ambicioso podríamos estar hablando de una obra maestra, pero esta se encuentra muy lejos de serlo.

Visualmente como no podría ser de otra manera es una película apabullante, sus decorados, su vestuario, pero sobre todo su fotografía es muy meritoria, esta destacando mucho en la secuencias en exteriores y de acción, con un uso perfecto del cielo y la neblina para crear una excelente atmósfera del relato. Sin embargo estas escenas de acción se quedan un tanto atrás de su marco visual, lo que prometía para momentos más épicos se quedan en solo bien rodados, hacia falta más chispa y pasión, todo se nota muy automático. Con el clímax final la cosa no cambia nada, se esperaba algo muy grande y se queda en un simple «bien».

También en las escenas más intimas (llenas de diálogo) se sienten algo desaprovechadas, no se logra la humanización deseada aunque se intenta, el tono es demasiado frio y la reiteración tampoco ayuda mucho, lo que hace que la narración nunca encuentre el ritmo adecuado, hay muchos minutos nulos y sobre todo alargados.

Michael Fassbender compone un Macbeth muy interesante, lo humaniza lo suficiente y le da los matices requeridos, sin embargo es Marion Cotillard quien posee los mejores momentos a nivel interpretativo, su mirada esta llena de ambición, de poder, pero también de miedo y amor, tiene un monologo donde esta sublime.

Este Macbeth moderno se queda en las buenas intensiones de traer el clásico a la pantalla a las nuevas generaciones pero también queda como una adaptación que pudo dar mucho más, Kurzel se limita a cumplir el rango normal, el resultado es digno pero no épico ni inolvidable, muy lejos queda la versión de Welles, y por supuesto el Trono de sangre de Kurosawa, la cual sigue siendo mi versión favorita del relato.