Reseña del libro “Ojos de gato” de Margaret Atwood

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Fue en el año de 1988 que una de las escritoras canadienses con mayor prestigio, Margaret Atwood, publicó lo que sería su obra más personal, semi-autobiográfica, y que llegaría a ser finalista del Governor General’s Award. Una obra con una prosa emblemática al ser producto de la inspiración por el recuerdo y la nostalgia que es capaz de asfixiar y mantener insomne en las noches largas. Porque lo bello y lo trágico siguen las pisadas de uno, provocando suspiros y dolencias que habrán de recordarnos siempre quiénes fuimos para entender lo que somos, traernos de regreso los días de luz y sombra de la infancia y la adolescencia; entonces, así, apiadarnos del frágil niño que fuimos, o disfrutar de los juegos e inocencia que nos hacían inmortales por un breve lapso de tiempo.

Este año regresa a nosotros esta bella novela gracias a Editorial Salamandra y a Penguin Random House, en una reedición. Para los que no lo leímos en su momento, descubrimos un hermoso y poético viaje por la nostalgia. Margaret Atwood nos lleva por un recorrido en décadas en la historia de Canadá, desde la Segunda Guerra Mundial hasta los ochentas. La infancia de Elaine resulta una peregrinación familiar, siempre yendo y viniendo de allá para acá bajo la oscuridad de la guerra, las bombas, la huida. La infancia de la mano de su hermano Stephen (heroico homenaje a Hawking), los juegos de niños, inocentes e interminables a las tardes de verano; las canicas que parecían ser ojos de gato, y si uno veía muy de cerca y dentro de una, alcanzaba a ver su pasado reflejado en ella. Carol, Grace y Cordelia, quienes la acompañan por más de la mitad de las páginas del libro, y su relación con ellas que nos hacen descubrir más sus temores y deseos.

Así entonces, observando los años de Elaine somos testigos de todos los sucesos, importantes y banales, que fueron forjando su personalidad. La pérdida de la inocencia, y esas amigas que, después descubrió, solamente se aprovechaban de ella hasta ser incluso víctima del bullying. Las travesuras y los primeros sentimientos descubiertos en la adolescencia. La pasión y el erotismo. La traición y la esperanza. La relación con sus padres y su hermano, el incomprendido y apasionado del universo y las estrellas, y a quien le depara un trágico final. Su vida es todo un viacrucis hasta lograr estabilizarse. Y su relación tóxica con la ciudad de Toronto, siempre caótica y ciudad en la que nunca se halló porque nunca pudo congeniar. Nunca fue una ciudad para ella.

La vemos crecer, convertirse en mujer, hacerse artista. Y entonces, somos víctimas de sus propios recuerdos y la nostalgia. Melancolía que se puede ver traducida también como un síntoma primerizo de una depresión. La soledad y la confusión. Nos habla también de su profesión y el ambiente en el que se rodea entre el arte contemporáneo. Las relaciones que fracasaron y los hombres en donde jamás halló el amor. Atwood nos regala esta historia conmovedora que va a paso lento, pero que justo por ello hace que uno disfrute más el paisaje, para también conocer muchas más cosas de ella. Es una obra personal. Y por eso termina siendo tremendamente hermosa y poética.