Reseña de Oppenheimer de Christopher Nolan

 

Por José Luis Ayala Ramírez

Twitter: @ayala1788

 

 

No está a discusión el fenómeno cinéfilo que provoca el estreno de una nueva película de Christopher Nolan. Probablemente solo él y Quentin Taratino sean los únicos directores de la actualidad cuyos estrenos se conviertan en un evento cinematográfico que provoca los más cálidos debates en la era de las redes sociales. Oppenheimer es otra confirmación de esto, pero que además ha conseguido también algo insólito, que en plena época del cine franquicia, un biopic que funciona también como drama político donde la mayoría de su metraje es sobre personas hablando con partes rodadas en blanco y negro, haya roto las expectativas de taquilla en las salas de cine, ayudado claro del fenómeno Barbieheimer, pero es algo que en esta época se antoja como algo imposible, solo viable si tu nombre es Christopher Nolan.

Oppenheimer es el doceavo largometraje de un autor que encuentra la cima de su madurez como director. Alejado de los grandes espectáculos visuales que supusieron sus producciones anteriores, Nolan se adentra en una narración mucho más clásica, pero no por eso menos nolaniana, porque si, todo lo que hizo grande al cine de Nolan continua ahí, los temas que los apasionan, su uso del tiempo como elemento narrativo, la banda sonora omnipresente, y por supuesto su batalla contra el CGI a través de la ya icónica secuencia de la detonación de la bomba atómica la cual es todo un logro audiovisual que imprime belleza y terror por partes iguales, pero la verdadera riqueza en el biopic de Robert Oppenheimer radica en la ambigüedad de su narración que salta entre lo subjetivo y objetivo, jugando con los roles de antihéroes y némesis desde un punto de vista moral y de doctrinas que evoca los pecados y crímenes de su protagonista a la vez que va colocando pequeñas ideas sobre el narcisismo, patriotismo, tecnología y apocalipsis.

El resultado es uno de los retratos más fascinantes de un personaje histórico que se haya filmado en celuloide, potencializado por un montaje cirujano, unos diálogos milimétricos y unas interpretaciones maravillosas (Cillian Murphy, Roberto Downey Jr. y Emilyl Blunt firman los mejores trabajos de sus respectivas carreras), con ecos que recuerdan a grandes obras como JFK, Amadeus, The Social Network, Fail Safe o Judgment at Nuremberg.

Oppenheimer es la culminación de todas las ideas preconcebidas en las películas anteriores de Nolan, una obra llena de madurez y reflexión, una película que se siente como definitiva por su ambición pero también íntima y emocionalmente impactante. ¿Su mejor película? Solo el tiempo (si es que el botón rojo lo permite), lo dirá.