Reseña de la película “El olvido que seremos” de Fernando Trueba

 

Por Víctor Daniel López  < VDL >

Twitter @vicdanlop

 

 

Ya somos el olvido que seremos.El polvo elemental que nos ignoray que fue el rojo Adán y que es ahoratodos los hombres y los que seremos.

Ya somos en la tumba las dos fechasdel principio y el fin, la caja,la obscena corrupción y la mortaja,los ritos de la muerte y las endechas.

No soy el insensato que se aferraal mágico sonido de su nombre;pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá quién fui sobre la tierra.Bajo el indiferente azul del cielo,esta meditación es un consuelo.

“Sonetos inéditos–III”, Jorge Luis Borges

 

La historia de Héctor Abad Gómez capturada en una bella y nostálgica fotografía. Impresiones de la infancia, recuerdos de un padre y el cariño incondicional hacia la familia y la patria. Los años ochenta y noventa de Medellín. La época de la violencia en Colombia. Héctor Abad, que además de padre de familia fue médico y activista, lucha siempre por la exigencia de un sistema médico, ya no digamos mejor, sino digno; proclamación de un grito que va en contra de los que van empujando al país hacia un deshuesadero, una demanda total por los derechos humanos merecidos. Esta es una cinta que se presentó recientemente en el Festival de Cannes de 2020 y que mereció el reconocimiento al mejor filme del Festival CineHorizontes en Marsella y que obtuvo un premio Goya en la categoría de mejor película iberoamericana en marzo de este año.

Basada en la novela homónima, escrita por el mismo hijo de Héctor Abad Gómez, Héctor Abad Faciolinc, la historia se centra en los hechos políticos y sociales que circundaron Colombia en un tiempo en el que se vivía de censura, corrupción y abuso de autoridad, luchando así Héctor por intentar cambiar las normas, velando por los niños que morían de hambre, las comunidades que carecían de un sistema digno de salud pública y las pésimas condiciones hospitalarias que padecían incluso ciudades grandes como Medellín. Siempre exigiendo, alzando la voz Héctor, arriesgando su vida en tiempos donde mandaban asesinar a todo aquel que consideraban ser un peligro para el gobierno, terminando siendo así uno de los mayores enemigos a quien habrían de tener en la mira, que por ser comunista, que por alentar a los jóvenes rebeldes a pensar con libertad, instaurar ese deseo de exigir, pedir lo menos a lo que deberían tener derecho. Pero lo más conmovedor aún de esta historia se centra en el gran afecto que el médico le profesó a su hijo, y es que la obra narrativa termina resultando ser eso: una carta de gratitud y de amor hacia su padre. Aquel que siempre veló por su familia, que educó a Héctor, su hijo, de una forma que el sistema jamás hubiera conseguido. Enseñarle el mundo tal cual era, la realidad que vivía Colombia en aquellos años pesados, pero que también se podía endulzar en cualquier momento la vida con arte: el cine de “Muerte en Venecia”, la música a la guitarra de la hermana que interpretaba canciones del rock de los setentas y que habría de morir joven, la poesía de Neruda y de Borges.

La película, dirigida por Fernando Trueba, vuelve otra vez a sorprendernos por un estilo centrado en la hermosa estética, un guion que en todo momento no deja de serle fiel a la novela, la fotografía nostálgica que nos lleva al recuerdo y entonces sentimos con añoranza los días de infancia de Héctor pequeño, la inocencia a través de sus ojos y el escudo de amor de su padre, su familia, las hermanas, él siendo el único varón infante y el más pequeño. La música que encaja perfecto con cada escena y la acción y el drama, hasta desbordarnos y rompernos como lo hiciera el hijo que tanto idolatró al padre. La actuación estelar de Javier Cámara que acapara toda la pantalla, y todos los actores que dejan de ser ellos para retratar una historia del país que les pertenece a todos y que, gracias a Héctor Abad Gómez, pueden contar tanto sus cosas feas como también las bellas. Porque al final, y eso es un hecho… lo único por lo que luchamos es la justicia, y lo único que perseguimos: la belleza.

Si alguna vez vivo otra vezserá de la misma maneraporque se puede repetir   mi nacimiento equivocadoy salir con otra cortezacantando la misma tonada.

Y por eso, por si sucede,si por un destino hindostánicome veo obligado a nacer,no quiero ser un elefante,ni un camello desvencijado,sino un modesto langostino,una gota roja del mar.

Quiero hacer en el agua amargaIas mismas equivocaciones:ser sacudido por la olacomo ya lo fui por el tiempoy ser devorado por finpor dentaduras del abismo,así como fue mi experienciade negros dientes literarios.

Pasear con antenas de cobreen las antárticas arenas   del litoral que amé y viví,deslizar un escalofríoentre las algas asustadas,sobrevivir bajo los pecesescondiendo el caparazónde mi complicada estructura,así es como sobrevivía las tristezas de la tierra.

“Resurrecciones”, Pablo Neruda