Por José Luis Ayala Ramírez

La paciencia es el mayor virtud que posee el director Richard Linklater, gracias a la cual nos regaló la trilogía romántica definitiva en el cine y que ahora tras 12 años de rodaje nos trae el que es seguramente su proyecto más ambicioso que lleva por nombre Boyhood.

La historia de Boyhood tiene como personaje principal a Mason, un niño del que conoceremos durante 12 años su crecimiento, desde la niñez, la pubertad, la adolescencia hasta llegar a una etapa de cierta madurez. Veremos a decenas de personajes secundarios pasar e influir en su vida y decisiones, sus padres, hermana, amigos, compañeros de escuela, amores, familia política, etc.

El director de Before Midnight busca crear un filme muy real y que busca apelar a despertar cierta empatía del público con el personaje principal, lo cual nuevamente logra conseguir con un dibujo muy bien trazado del protagonista, de alguna forma Mason somos todos nosotros, podemos ser capaces de vernos en él desde el primer plano, como mira al cielo, como juega, como se emociona, como ama, como se decepciona, como madura.

La historia y personaje evolucionan de la mano, con mucha naturalidad y realismo, poco a poco, y no solamente de Mason, sino de quien lo rodea, principalmente sus padres, interpretados por un Ethan Hawke que trasmite mucha alegría y confianza, pero quien se lleva las palmas es definitivamente es una Patricia Arquette muy maternal, que como todas las madres no es perfecta, pero que siempre busca la felicidad de sus hijos. Su última escena en la película es para enmarcar.

Ahora bien, es su realismo tan estricto Boyhood también encuentra su más grande defecto, y es que en su síntesis de vida hay muchas partes que son monótonas, poco brillantes tanto a nivel guion como propuesta en escena, se entiende la intención del director de crear un retrato fiel de la infancia y adolescencia abarcando todo el terreno posible, pero en su búsqueda de englobar todo hay muchas partes que necesitaban ser más pulidas en el guion, sobre todo después de la primera hora. Lo que vendría siendo la parte de la niñez todo se siente mucho más fluido, mejor contado y con más chispa, la cual se va perdiendo entrando a la etapa adolescente donde ya se ve un filme muy estirado en muchos momentos, con bastantes baches narrativos y pocas secuencias para resaltar. Entrando a la tercera hora nuevamente la cinta y sobre todo el guion encuentran momentos de lucidez, sobre todo en los diálogos y un epilogo muy reflexivo.

En una comparación con su trilogía romántica, ambas son igual de realistas y te llevan a identificarte con los personajes con mucha naturalidad, pero en aquella durante casi 6 horas Linklater no perdía la chispa, la magia, el romanticismo, aquí son muchos minutos donde se pierde ese talento, esa brillantez; que la hay, pero no durante todo el metraje, si bien hablamos de que son dos historias totalmente diferentes, el objetivo y la propuesta del director van por el misma lado.

Por su parte el protagonista Ellar Coltrane no consigue conquistar, era un personaje hermoso para lograr lucirse y realmente no pasa mucho con él, cierto que se trata de un novato pero cuando tu actor no está a la altura del personaje ya hay una barrera para lograr que te llegue en plenitud.

Es extraordinario el experimento fílmico que nos propone Linklater, es novedoso y atrae sin remedio aunque el producto en general no haya cumplido todas las altas expectativas, debido a irregularidades dentro del metraje, momentos muy brillantes y otros muy planos que no transmiten nada. Boyhood termina quedando rezagada comparada con la trilogía de amor de Celine y Jesse.