Erotismo y trascendencia: El gato de Juan García Ponce

 

Por Carla de Pedro

 

 

Hace algunos años leí El gato de Juan García Ponce. Recordaba la trama, pero me parece que en aquel entonces no ví en el cuento lo que pude percibir con una reciente relectura.

Lo que más me gustó de El gato fue la forma en que García Ponce retrata esa relación de pareja que se siente incompleta, fragmentada, que es suficiente pero no es bastante. El autor nos muestra a dos personas que se quieren, que se llevan bien, que han aprendido a convivir en una rutina separada y conjunta a la vez, pero que no están plenas en esa relación.

Es entonces cuando aparece el gato, ese pequeño cuerpo gris que se añade al escenario de sus vidas y que parece llenar el vacío, parece completar esa relación incompleta, generar comunicación donde había distancia, crear una unidad, una totalidad, donde existía fragmentación. Y entonces era el gato, la presencia del gato, la que llenaba ese vacío que parecía abrirse inevitable entre los dos. De algún modo él los unía definitivamente.” (García Ponce, Juan. El Gato.)

Hay a lo largo del cuento un tono erótico que lo envuelve todo con sutileza, pero no se trata la historia del mero encuentro carnal sino de la trascendencia. El erotismo, como dice Octavio Paz, “es deseo sexual y algo más; y ese algo es lo que constituye su esencia propia.” (Paz, Octavio. Metáforas.)

No se trata pues de un deseo voyerista de los personajes de ser observados durante el acto sexual, tampoco se trata de un fetiche sino de la metáfora que surge a partir del gato, pues el hombre “imita la complejidad de la sexualidad animal (…) porque desea regresar al estado natural(…) El erotismo es el reflejo de la mirada humana en el espejo de la naturaleza.” (Paz, Octavio. Op.cit.). Los protagonistas encuentran, pues, en el gato la metáfora de la naturaleza misma a la que quieren acceder, en tanto que la naturaleza es la totalidad de la que el ser humano ha sido expulsado hacia su fragmentación y soledad.

El gato funge como un puente que permite a los personajes encontrarse verdaderamente en un espacio que no es el espacio humano, el de la separación sujeto-objeto/ sujeto-sujeto, sino un sitio atemporal donde todo se complementa en una unidad edénica, donde cada pieza está en su lugar; un espacio atemporal donde sus almas, como en el mito andrónico de Platón, se complementan; un lugar ideal en el que se descubren en aquello que son de verdad, en el cuerpo y más allá del cuerpo.

 

Más allá de tí, más allá de mí, por el cuerpo, en el cuerpo, más allá del cuerpo, queremos ver algo. Ese algo es la fascinación erótica, lo que me saca de mí y me lleva a ti: lo que me hace ir más allá de tí. No sabemos a ciencia cierta lo que es excepto que es algo más. Más que la historia, más que el sexo, más que la vida, más que la muerte”. (Paz, Octavio. Op.cit.)